lunes, 10 de diciembre de 2012

POST NO LIES


SEAWS IV

"Cuatro días trabajados en la Farm. Sabíamos que los calabacines no saltaban del huerto a la sección de vegetales, pero no conocíamos el proceso. Ahora, sí. Todo sea por la motivación subyacente a esta paliza diaria, por disfrutar en Asia lo sufrido en Australia. WS."


En 1984, la familia de los Surmukh Singh, estirpe procedente de Jamnagar (India), decidió, tras perder el padre su trabajo en el taller mecánico en el que trabajaba, emigrar al sur de Australia con la esperanza de iniciar una nueva vida. Con ayuda de un préstamo paterno, Denny y su mujer arrendaron unas tierras que posteriormente compraron y, a día de hoy, se han montado en ellas un próspero negocio familiar que permite vivir mejor que dignamente a todos los miembros de su clan. Y es ahí, en sus cultivos, donde echamos las horas que fatigan nuestros cuerpos y alientan nuestros deseos. Lo del primer día fue una prueba de resistencia brutal y disuasoria. 

Cada día a las 6.20 am un claxonazo proveniente del desguazado coche del Boss indica el inicio de una nueva jornada, salimos de la casa que nos comemos el mundo y en 7 minutos llegamos al campo de trabajo. Nos clavamos los guantes de látex y al lío. El denominador común que abre el telón de la actuación diaria es la recogida del calabacín. Un tractor marca el ritmo en cada una de las vueltas, que cubre 8 de las 80 hileras de 200m que componen el cultivo del tema. Joder que mal lo pasamos el primer día con vaqueros y 35 grados en la cara. A partir de ahí chándal, botas impermeables hasta media espinilla y manga larga. A lo que iba, de primeras estaba (vale para los 2) perdidísimo con el asunto calabacín. Un indio que tras 25 años en Australia tiene el mismo inglés que mi latín nos explicó en 15 segundos como se hacía el tema. *You see, ooooh good one, twist and pick. That´s it. Gracias tío. Cada 30 cm una planta, y casi cada una de ellas con 2 o 3 hortalizas listas para recoger. Difíciles de ver por las amplias hojas picantonas que las cubren. El tractor a velocidad suficiente para que no dejes de caminar. 

Miras, localizas, castigas lumbar o isquiotibial, lo coges, giras y con suerte ya es tuyo. Sin suerte lo petas y no sirve. Y te miran mal. 4 hileras para tres personas. Los tienes, los dejas en la cinta transportadora del tractor que los dirige a un barreño enorme lleno de agua. Dos hileras partiéndote el lomo y paras a descargar el barreño a base de llenar y cargar cajas de corcho de 20 kg cada una, depositando los zucchini con cuidado ya que tienes una barba de más de 1 año de crecimiento escrutando tus movimientos. 3 horas despúes, 15 minutos de break. Trabajamos el jefe, su mujer, sus dos hijas, su hijo, que es el único nacido en Australia y nosotros. En los escasos parones, ellas nos ofrecen té indio, galletas y albaricoques, hospitalarios desde sus ancestros. Empezaron con ciertas reservas hacia nosotros que a día de hoy hemos entendido. Dicen que 1 de cada 4 personas que se unen a ellos para trabajar abandona a los dos días. Tras el descanso la actividad a desarrollar no está clara, pero siempre hay algo laborioso que hacer. Recoger y seleccionar habas, rastrillar las malas hierbas de las hileras donde crecen los puerros que dentro de poco recogeremos, cortar y empaquetar el producto.
De momento estamos echando una media de 11 horas en el campo, 9 de ellas trabajadas y sudadas, pagadas. Y así vamos a seguir, si el cuerpo respeta, hasta conseguir descontar todos los gastos acometidos en llegar aquí, y un poquito más. Pretendemos poner de nuestro bolsillo lo mínimo posible en los previstos 4 meses conociendo las maravillas del sureste asiático. Hoy hacemos una semana de viaje y la idea se va plasmando, aunque no contábamos con semejante dureza minuto a minuto. ¿Duro? Duros nosotros, sólo los diamantes cortan diamantes.

5 horas después, qué cara quieres...
Son las 11.30...


En breve vendrán más europeos a su “working holiday” y los primeros se alojarán en la casa que habitamos, el resto en tiendas de campaña por los alrededores. Qué rico llegar a casa, ducha, cenita y peli. Inu marca en la pared los días que llevamos. La ducha helada después de trabajar repone como el mejor de los spas. Cuando estoy en faena dejo de ser Lucas para ser una tarea que tiene que ser realizada. Comemos sano, trabajamos sano y el cuerpo lo agradece a su manera, desintoxicado. “Nunca he sentido un chute de energía tan fuerte como el de tomar algo al venir destrozado y volver al trabajo como nuevo, en casa comes por inercia, aquí lo necesitas y lo notas” (Inu dixit). La parte sucia de mi mente piensa en lo bien que se lo pasan las chicas indias recogiendo calabacines. El dolor físico mantenido expande la resistencia de tus límites. La sensación de una ola en agua caliente. Cara desencajada y recibo un: qué buenas están las habas con jamón eh? Ya ves, y sin habas. Puto Inu lo que nos reímos. El ipod a veces consigue que nos evadamos de la gota de sudor que resbala por cara y nariz. Estar inmerso en terco dolor, mirar al otro, apretar los dientes y seguir con la promesa de lo que vendrá.

 Más dura la batalla, más dulce la victoria.


Buenas noches desde Shepparton, esta es otra cara de la luna. 

1 comentario:

  1. Seguid asi pareja!!demostrar de q pasta estamos hechos los spaniards!!NO PAIN NO GAIN!!

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