viernes, 8 de febrero de 2013

VILLA PERMUTIH


SEAWS XXIII
South East Asia Wild Spirit

A día de hoy todavía se puede hacer negocio especulando con terrenos en Bali. Compras, esperas unos meses y vendes, subalquilas, ganas un buen dinero. Aquellos que tuvieron visión y se construyeron sus propiedades aquí hace quince o más años, fuera para venta o disfrute, se beneficiaron de una de las mejores oportunidades inmobiliarias del sureste asiático. Ros, el padre de Steph, mandó construir Villa Permutih en el acantilado con vistas a tres de las mejores olas de la isla: Padang Padang, Impossibles y Bingin.

Llegamos. Arco y escaleras de piedra. *Chicos, esa es vuestra casa: a la derecha se alzaba una cabaña de bambú acristalada. Seguimos por el camino de grandes baldosas, densa vegetación a ambos lados animada por el trino de varias especies de pájaros, hasta llegar a la casa principal donde Ros tecleaba concentrado en la pantalla del ordenador. *Hola chicos, acabo esto y estoy con vosotros. Pelo blanco, pareo morado, cómodo, en forma pese a su edad, un hombre que ha conseguido que la vida trabaje para él. Y en el jardín, la piscina con vistas. Infinity pool que desde bastantes ángulos se fusiona con el mar. *La comida está en la mesa. Las doce personas del servicio se encargan de que todo esté perfecto en todo momento. Grande J corrigiendo a Steph cuando ella encargó cuatro raciones de Nasi Goreng (arroz frito con vegetales y tortilla). –Pide siete. Y no sobró nada. Tras un rato asimilando el rollito en la piscina, fuimos a ojear Uluwatu, que estaba demasiado pequeño decían. 

Desde el mirador se veía una izquierda larga funcionando, Yeeeepa ¡vámonos al agua! Moto a casa, tablas y de vuelta. Los últimos escalones del acantilado tiraban agua marrón a modo de cascada, fuerte corriente hasta el punto de inutilizar las escaleras por lo que tuvimos que bajar por las rocas. Inu pisó en donde no había más que agua, cayó, se raspó el gemelo y desistió de bajar a la calita. Buena decisión porque estaba anegada de agua. Marea bajando que dejaba el coral al descubierto, caminando a pie desnudo hasta alcanzar la suficiente profundidad para remar sin que tocasen las quillas con el fondo. Sólo seis surfistas y un body board en el agua para la sunset sesion en Ulu. Primera surfeada seria desde que tocamos Bali. Juanjo recuperó rápido el feeling que decía perdido, tras un inicio titubeante, vi su mirada absorta, fusionada con el agua y se hinchó a reventar izquierdas. Mi sesión fue más discreta aunque con grandes sensaciones. Surfeé hasta que bajó el sol y la marea, qué putada salir del agua sin escarpines, cada pisada acompañada de un gesto facial, seis fueron los cortes que conté una vez en la villa, J dieciséis púas de erizo en una de sus plantas. Precioso lo que se puede hacer con mucho dinero. Cenamos beef lasagna, degustando un tinto de Melbourne cosecha del 2006 y comentado con Ros el porqué del buen funcionamiento de la economía australiana. Me hubiera encantado entenderle mejor, que acento más cerrado tiene el hombre. 

Desayuno con diamantes



Por la mañana, desayunamos con la hermana de Steph, sus peques de 4 y 2 años, Juanjo y la propia Steph, que bromeaba sobre la noche de amor que pasamos Inu y yo en la casa de bambú, donde compartimos cama matrimonial.  Plato de fruta (papaya, mango, piña, melón, sandía y plátano), granola, leche, yogurt y miel. Además de café  y zumo de naranja helado y natural. Todo muy profesional. *Chavales, bañador y poco más, nos vamos a un secret spot (SS) que con las condiciones que hay debe de estar funcionando bien. ¡Vamoooos! ¿En 4x4 o en motos?  Steph votaba por coche y J por dos ruedas. Al final dos motos para los cuatro. Fue desviarnos de la carretera principal y entender a la australiana. Me bajé de la moto porque no vi claro que esa scooter sirviese para hacer trial; andando por rocas y barro, riéndome viendo a J e Inu pelear con el terreno (embarrado por las lluvias) hasta llegar a una explanada donde pastaban unas cuantas vacas. Gracias Yey por enseñarme este lugar y gracias señor por tener vista, aunque necesite lentillas. Primer acceso salvando piedras que desembocan en multitud de escalones húmedos debido a la densidad de la vegetación alrededor de la interminable escalera, que impide la filtración de los rayos del sol. Sudor a chorro. Pradera y playa de arena blanca, en realidad piedrecitas diminutas y redondeadas, y una derecha de 4 ft (metro largo) en la playa más suroeste de Bali. ¡Dios qué bonita rompiente nen! Todos al agua, los tres al pico donde cogían olas dos australianos y un mexicano, e Inu a un pointbreak cercano más acorde a los inicios. No estaba grande pero tampoco pequeño. Diego, mexicano de Oaxaca, pelo largo, 36 años, musculado y racial, fotógrafo y surfista se dio una gran sesión. Y Steph cogiendo olas, no me lo esperaba, una princesa guerrera. Otra vez en el agua con J, me recordó a Maldivas. Derecha, agua caliente, coral… Cobia trip. Algo más de dos horas cogiendo olas y la sonrisa perenne pese a lo empinado de los escalones ¿cuántos habrá? Arriba, en el warung, pocari sweat (el acuarius local) para todos mientras recuperábamos el aliento. Me podría beber mi piel. *Luki, podrías llevar tú la moto… -Qué va Ina, voy andando, paso de caerme, tú tuviste moto en Almería…  


Habitación Bambú
Baño Bambú
Llegamos a la Villa con hambre animal, la mesa puesta con Ros esperándonos. Un delicioso sanchwich vegetal para cada uno, esperé sin suerte el segundo plato y me contenté con el café latte, muy bien tirado pero incapaz de llenar el agujero que teníamos en el estómago. Las tres horas que Inu invirtió en su siesta las pasé escribiendo en el porche de la casita de bambú. Llovía con furia. Cenamos en el Cacho´s, un mexicano de dueño portorriqueño, estética surfista hasta en los pomos de la puerta, todos los comensales descalzos al dejar chanclas/zapas en la puerta. Una hora después de pedir, aquí la vida transcurre ajena al reloj, cenamos lo que no habíamos comido, sabrosos burritos y nachos a precio cuasieuropeo, e invitamos, por iniciativa del canario, a la familia australiana, qué menos después de todo. Hasta que caímos de sueño en las hamacas del jardín, Steph puso la banda sonora guitarra en mano y profunda letra. Cuando llegué a la habita Inu estaba despierto: *he pisado un sapo. -¿Qué? *Si tío, lo he pisado, blandito, y ha seguido su camino mirándome mal. -Jajaja. *Macho ¿qué tal tienes el estómago?, a mí la comida balinesa no me está cayendo del todo bien…  -Bien tío. Cagalera o qué. *Ya ves. -En casa tengo fortasec, es normal man, “la diarrea del viajero”. *Fortasec suena bien, fortalece y seca, justo lo que necesito. Esta villa es impresionante, ¿Cuánto crees que le costó construirla? –Como mucho 400.000€. *¡Qué dices! Mínimo 2 millones. –Mañana lo preguntamos. Vaya conversación ambos tumbados, yo bocabajo, él bocarriba, en la misma cama, enorme, que abraza. Bona nit.

Me voy a Singapur, ciao chicos, placer conoceros, disfrutad del viaje. Ahí iba Ros a sus business, me pilló con la boca llena de granola, yogurt y miel. –Gracias por todo, Ros, buena suerte.

Esperamos a que llegaran Lucía y Guillermo, ella de padre inglés y madre canaria, él valenciano, para irnos todos juntos a la misma playa en la que estuvimos ayer. Cinco en el agua, entre ellos Mathew, el australiano cara petada de crema solar que revienta las olas a base de snaps y cutbacks. Estaba 5 ft, overhead, más potente que ayer, con viento. Inu y Guillermo surfearon juntos, duro el surf, dicen. Completo, digo. Salí cuando entraba Diego “the mexican”. *Oye wey te tiré buenas fotos surfeando. A ti, a la chica y a tu amigo. Voy a estar aquí tres/cuatro horas en el agua, si coincidimos luego te las paso. -Grande man, espero verte, coge las mejores. De momento, no le he vuelto a ver. Hoy mejor que ayer, me rajé un poco el empeine con el coral, daño colateral mínimo en comparación con la gratificante sensación de correr olas. Subí rápido la escalera para trabajar pierna. ¡Yieeeepa señora! Seis Pocari sweat por favor. Engullí el mío y llegó el grupo. Paraíso ¿eh? Entre todos juntamos dinero para pagar tres de las seis bebidas, uff. Las mujeres se lo tomaron con humor. *Da igual, vuelves esta tarde o mañana y listo. -¿J, mañana volvemos aquí? *No creo, pero qué más da, con lo que les hemos pagado ya sacan beneficio y todo. –Jaja, no me mola hacer la Rajoyada. -Luki, hoy si te toca llevar la moto que estoy petado. *No tío, paso de caerme, tú la llevas bien, prefiero ir andando, ¡vamos Ina que en la moto no te cansas!

Lucía y Guille
Por la tarde Guille e Inu se bajaron a Padang Padang, entrada directa desde la casa, estaba pequeñito, perfecto para engancharse al surf con las primeras olas. Decidimos a última hora que nos quedábamos un día más en Villa Permutih. Con Guille y Lucía atardecimos en Pura Uluwatu, espectaculares vistas del acantilado, lo recordaba plagado de monos cabrones que robaban gafas de sol y cámaras de fotos a los turistas para dárselas luego a los de seguridad a cambio de unos plátanos, pero ni rastro de los ellos esta vez. La pareja siguió camino de vuelta a Kuta, parando a cenar marisco en Jimbarán. Nosotros cenamos con Juanjo en el Yeyés, escaso, lento y muy caro por calidad y situación. 

Nos unimos a la reunión a base de gyntonics que mantenían Steph, sus hermanas y sus maridos en el salón al aire libre. Gay, el marido de una de ellas, 50 años, llenaba la estancia con su carisma. Le da igual todo, se mostraba sorprendido con el gran tamaño del pene de su hijo de un año, odiaba los toros (estuvo años viviendo en España) pero le encantó la corrida en Sevilla en la que un portugués de 15 años salió a hombros (no me gustan los toros por lo que no pude rebatirle) y quería liquidar a todos los gatos del mundo porque a su mujer le daban alergia. Sobrado. Gracioso. Políticamente incorrecto. 

El tercer día, con más confianza, añadimos tostadas con huevo al plato de fruta. J tenía que hacer cosas e Inu se bajó a Padang Padang, que le encantó ayer. Así que cogí la moto y conduje a SS con algo de respeto, por el camino y por la ola, quería saldar la deuda de los pocari sweat con la mujer del warung y surfear esa derecha de nuevo. Sesión corta e intensa (hora y media), me sentí espectacular en el agua. Vale, el martes tenemos que dejar la Villa, nos quedamos dos días en Kuta para desfogar del todo, quemar el cuerpo más de noche que de día y nos venimos aquí los últimos  diez días que estemos en Bali, just surfing. Me reí con un veterano australiano, ni rastro del mexicano ni de sus fotis. De vuelta conté 565 escalones que salvan un desnivel cortado de ciento ochenta metros y, realmente sediento, me tomé un pocari y una coke. J y Steph se volvieron a Seminyak: *Quédense aquí, están solos así que hagan lo que quieran. ¡Olé! Ina vamos a buscar alguna amiga que quiera compartir piscina con nosotros… En la vuelta de reconocimiento no vimos nada, todo muy tranquilo. Me encantaría saber el sitio de moda para comer por aquí, joder seguro que a escasos metros hay un montón de mujeres aburridas en su habita a las que les encantaría compartir tarde con nosotros. Pero no. Riquísimo el “penne ricci” del Mango Tree, siesta, despedida del simpático servicio y 40 minutos de conducción hasta llegar a Villa JAS, última noche, pese a ello, descansamos. Empieza el Bali sin padrinos.

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