miércoles, 17 de abril de 2013

KOH PHI PHI


SEAWS XXXVII
South East Asia Wild Spirit

NO NOS ENGAÑEMOS, LA DISTANCIA ENTRE NOSOTROS MÁS LA MARCA LA ACTITUD QUE  LOS KILÓMETROS

Es sencillo viajar por Tailandia. Tan sólo requiere paciencia en los transbordos entre ferry, tren, camioneta o autobús (si te mueves en avión ni eso) porque el resto, es decir, las conexiones y la seguridad, vayas por libre o por agencia, están conseguidos. Se nota que el motor económico principal de este país es el turismo. Cómodo pero carente de los estímulos esenciales en mi concepto de viajar: instinto de supervivencia y desconocimiento del desenlace.

Villa e Inu acomodados en el Ferry
nocturno. Mejor de lo previsto.
Para ahorrarnos una noche de alojamiento viajamos en el ferry nocturno, que sorpresivamente contaba con estrechos colchoncillos a modo de cama haciendo de las siete horas de travesía un agradable paseo por el golfo de Tailandia. En las camas de al lado unas israelitas buscaban algo y no se les había perdido nada por allí. Ay picantonas que os quedasteis con ganas en la full… Una vez en Surathani, la hora y media de espera la pasamos desayunando a oscuras en mesas y sillas plegables frente a un pequeño bar con Joey, el neoyorquino negro que vivía en Harlem y con Dirk, el holandés que, después de drogarse lo máximo durante un mes en KP, iba a realizar el “vipassana” (técnica India de meditación para acercarse a la verdad que incluye el voto de silencio) durante diez días. Tres horas de furgoneta con el AC a 20° y una americanada de película en la pequeña pantalla colgante, llegada al puerto de Krabi, otra hora por allí, subimos al nuevo ferry y, 15 horas después de dejar Koh Phangan, arribamos a Koh Phi Phi Don, una de las islas que forman parte del Parque Nacional de las Islas Phi Phi. No es que lo sepa todo, es que al entrar hay que pagar una tasa de 20THB para contribuir a su mantenimiento…

Pues nada, a lo de siempre: patear las calles conociendo el pueblo y encontrar alojamiento lo más barato posible. Metidos en el papel de gastar lo mínimo en hotel, encontrar el más económico nos generaba un extraño placer. El mapita de rigor y su explicación práctica nos lo proporcionó el colombiano Osvaldo, monitor de buceo de una de las múltiples escuelas de submarinismo repartidas por la isla. *Aquí está  la playa bonita, aquí los hoteles baratos, aquí el mercado local y aquí la movida nocturna. ¿Queréis hacer alguna inmersión? -Si nos haces un 3x1 somos tu equipo.

Ya sabíamos que los precios de la costa oeste, la de Adamán, eran más elevados que los de la costa este, de donde veníamos, pero siempre te queda la esperanza de ser tú el listo que encuentra la ganga. Pues que va. El turismo con mayor capacidad adquisitiva tiene esta costa como destino predilecto y eso hace que los precios se disparen (sin olvidar que no deja de ser el Sudeste Asiático). Habitación para tres entre 4000 y 1200 THB en los nueve hoteles/hostales que preguntamos… Finalmente, buscando y dando pena, conseguimos habitación para los tres en una de dos por 800THB/día en el Taphea Guesshouse. Era la 1.35 pm y una excursión en barco a Koh Phi Phi Leh salía a las 2 pm. Esa es la nuestra. Inu y Villa un poco reticentes al principio por eso de que acabábamos de pegarnos un largo viaje pero sabiendo que sólo íbamos a estar tres días y que las noches serían potentes les convencí para ir del tirón. Cama de matrimonio para los tres. Sí, para la boda de Ena y No porque vaya dimensiones, enorme la idea de Villa de separar colchón y somier y utilizar ambos como camas.

EXCURSIÓN A KO PHI PHI LEH
Precio: 400THB         
Duración: 4 horas
Pasajeros: Entre 12 y 20. 

Molestando a los monillos
Exuberante la belleza de esta isla/peñón que parece accesible a nado desde Ko Phi Phi Don. El creador dejó caer gotas de intensa tonalidad sobre mar y vegetación, matices elevados hacen que la vista sea de los cinco, el sentido más beneficiado en este paraje. Aguas de un color inclasificado. No es turquesa. No es azul convencional, cielo ni celeste. Es azul lavado con peces de colores y mezclado con caracolas blancas en las que escuchas el secreto de este calmado mar que una vez fue virgen. Paraíso mancillado por por Inu, por Villa, por mí. Por el desagradable sonido de los incontables barcos que continuamente rodean el gran islote, por los innumerables japoneses que infestan la orilla de la joya Maya Beach equipados con chalecos salvavidas amarillos, no vaya a ser que se ahoguen sus tobillos. La demanda turística ha obligado a los pescadores que allí vivían a realojarse en las cuevas, electricidad generada con paneles solares. Una belleza cuyo acceso, al estilo de otras maravillas de este mundo como la Ciudad Inca de Macchu Picchu (Perú) o la salvaje isla del noreste de Brasil, Fernando de Noronha, debería estar restringido a un número máximo de visitantes al día, al mes, al año. Pero es lo que hay, así que vamos a disfrutarlo.

Una porción de arroz con vegetales (gracias a que las holandesas no tenían hambre repetimos), piña fresca y agua incluidos en el precio de la excursión; hay que añadir otros 100THB por acceder a Maya Beach. En realidad esos 100 bahts por persona se los quedó el patrón, astuto él atracando el barquito en la playa trasera en vez de en la principal, de pago.

Lo mejor: Dejarte seducir por los encantos de una isla tocada por la varita de la sensualidad, maya bay, la cueva del vikingo, aguas rebosantes de vida acuática… Exaltación de los sentidos. Gritar la frase de Leo Di Caprio en la peli “La Playa” cuando está contando su pelea con el tiburón, homenaje a Mauro: ¡I will not die today! Flotar media hora en mar abierto entre las dos islas con Inu y las holandesas mientras el sol bajaba y el resto se aburría en el barco.

Lo peor: Disfrute disminuido por la cantidad concentrada de turistas y por el poco tiempo que da el patrón para gozar de los lugares; cuando empiezas a conectar, zas, a otro lado. Prisa. Coincidir en el barco con miguelitos de la vida que no quisieron quedarse a ver el atardecer… ¿Qué coño tenéis que hacer? Tira el reloj pardillo.

Oye Villita, ¿cómo puedes pisar un erizo con púas de treinta centímetros de largo haciendo snorkel? Eso le pregunté al malagueño al ver en su pie un montón de puntos negros. *Ya ves colega… -¿Te duele? Ya sabes, limón y a esperar que salgan. *Qué va hombre, esto me lo rajo yo y verás cómo se van…

KO PHI PHI DON

Restaurantes, pubs y hoteles comparten las empedradas calles con talleres de pintura, escuelas de buceo, tatuajes a máquina y bambú, y tiendas de recuerdos. En esta isla hay fiesta y ambiente trescientos sesenta y cinco días al año, impactante. Durante el día la gente se dispersa en diferentes playas y actividades, pero al correr el oscuro telón de la noche todos se dan cita en la LohDaLum Bay, que hierve. Sólo 2 garitos en la playa, suficiente. La calle que lleva a ellos está abarrotada de puestos de comida, según estás yendo ya sabes que a la vuelta la parada será obligatoria… Así fue la primera noche, de la que me acuerdo a ratos. No me costó encontrar el hotel ya que escuché a Villa hablando por teléfono desde bien lejos mientras aun  rumiaba el peperoni de la pizza intempestiva…

Tras el movido primer día/noche, temprano nos arrastramos al seven eleven a por el desayuno. Salvación cuando se abren las puertas automáticas y te golpea aire fresco en la cara. ¿Playa? Habita… Allí estuvimos hasta las cuatro de la tarde, cataratas de sudor sin que lo evitase el pequeño ventilador, Dani Rovira monologueando en el Pc y tres canciones repetidas durante horas: Alosque de la pegatina, Todos los días sale el sol de Bongo Botrako, Mil vidas de Nach. A gusto. Para nosotros, los restaurantes eran invisibles destino el mercado local. Más puro interactuar con los nativos menos acostumbrados y corrompidos por el turismo, mantienen su ritmo pausado, su sonrisa tras anotar mal un plato y su trato honesto desapegado, lejos de la careta de educación tras la que se suelen ocultar los camareros de los establecimientos donde la propina es importante.
Una de las últimas vistas juntos, amigo.
Luego del ya tradicional Pad Thai caminamos hasta el View Point, desde donde se adivinaba un atardecer de postal en la Phiphitada. Subimos pronto, con ganas de disfrutar de buena ubicación para vivirlo y, después de dos horas y media bastante cachondas comiendo pipas sentados en el borde de la roca, el Sol empezó la recta final de su descenso. Al final, que todo esté repleto de gente tiene su encanto.

Era el vigésimo séptimo cumpleaños de Inu y los tres íbamos con ganas de hacer algo bonito aquella noche. Bonito fue el espectáculo de fuego que se montó en el Slinky Bar. Cinco chavales muy Street haciendo virguerías con cariocas y palos de fuego, movimientos musicales que aunaban ritmo y contorsionismo. El punto gracioso lo ponía el que imagino es el hermano de alguno de ellos, una bolita de diez años que sirvió de sparring en los inicios de la comba, limbo y la atracción estrella de la noche, el aro, todo de fuego. Los dos primeros ya los había catado en Koh Phangan y el aro me llamó la atención. Después de ver cómo los maestros tais saltaban con mucho estilo en una doble comba de fuego y uno de ellos se doblaba como si tuviese un skate en la espalda mientras sujetaba a una chica del público en sus rodillas para pasar por debajo del limbo, elevado a menos de medio metro del suelo, llegó el  momento del aro de fuego.
La imagen no es mía, pero nos hacemos una
idea del rollo que se lleva por las Phi Phi...
El proceso de dificultad es el contrario al limbo, es decir, empieza en lo más bajo y acaba en lo más alto. Lo hice entero. A cada salto logrado recibías un chupito de ron. Y claro, sin mucho dinero para gastarme, ese regalo lo aprecié bien. Poco a poco tensaban las cuerdas y el aro se elevaba, cada vez éramos menos los que nos decidíamos atravesar el aro en llamas. 2 saltadores salieron chamuscados y uno tropezó justo antes de saltar y se empotró de boca. Al séptimo chupito iba más caliente que el fuego y me vine arriba agitando las manos para que tensasen más las cuerdas. Pensaba que no, pero los chavales me hicieron caso y allí me vi con el foco enchufado en mi sudorosa cara. Pues nada, allá voy… Corrí como un idiota con un brazo a lo superman y delfineé envuelto en los flashes de la gente, cuando mis pies evitaron las llamas sonreí brevemente, hasta que al caer incrusté el codo derecho en mis costillas. Esta vez fui yo el que se levantó como si nada, recibiendo dos chupitos por el salto, forzando una sonrisa con el costado derecho reventado. Acabado el show, pasamos al bar contiguo.

Colocado en medio de la playa/pista de baile, un solitario poste de cuatro metros de altura coronado con una base en la que no caben más que dos pies juntos, otorgaba el minuto de gloria a quien se subía a él. Lo complicado era bajar. Unos se tiraban de frente o de espaldas a lo Rolling Stone cayendo sobre el enfiestado crowd. Otros destrepaban el poste a duras penas y uno… ¡Ay de tus ligamentos cruzados chaval! Hizo la clásica de mover los brazos para crear espacio, lo que atrajo la atención de muchos… Inu esperando un back flip o algo por el estilo… Dudó, saltó y sobre los decibelios de música se escuchó el crujir de su rodilla al impactar los pies en la arena…

De camino a la playa vimos varios.
La noche siguió su curso apocalíptico y el último día antes de conocer Phuket lo pasamos en la cala predilecta de una monitora de buceo, pasada Long beach. Se acercaba el fin de trip de Inu, cuenta atrás de tres días para poner fin a casi cinco meses de experiencia. Phi Phi, Phuket, Singapur, Madrid.

Como despedida, el destino unió por tercera vez tiempo y espacio con las hermanas Choy, holandesas que conocimos en Bangkok, encontramos en Koh Phangan y reencontramos volviendo de la playa. Acababan de llegar a la isla y quedamos en vernos después de cenar. El sincrodestino fue la guinda del pastel que cocinamos en Australia entre Shepparton y S. Kilda y que hemos ido saboreando en el Sureste Asiático, entre Indonesia, Camboya y Tailandia.

Desde la lejanía tendemos a idealizar aquello de lo que renegábamos en su momento, vivimos persiguiendo los sueños de los que queremos despertar cuando estamos inmersos en ellos. Para. Detente. Obsérvate con perspectiva. ¿Qué quieres? Decide el camino y recórrelo hasta el final pese a los impedimentos que sin duda vas a encontrar. La lucha es diaria. La recompensa, eterna. 

I will not die today!! Inu en Maya Bay.
No te vale con el erizo de los pies ¿no? Villa colgado en Maya Bay
Otro que va con la casita en la espalda. Ermitaño tailandés en playa larga. 
Barcos de popa larga. Ko Phi Phi, Tailandia.

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