martes, 4 de junio de 2013

ROAD TRIP... SEMANA 1

SEAWS XLI
South East Asia Wild Spirit
"Dentro de un tiempo, da igual si es poco o mucho porque ninguno lo veremos, el mundo será un barrio del universo"

Colombo-Batticaloa-Pottuvil-AB. Llegué a Arugam Bay (AB) prontito, a eso de las 7 am, luego de doce horas de viaje. Las nueve primeras, nocturnas, en tercera clase sentado en un sofá de primera, ni un turista en mi vagón, comodidad superior al precio del pasaje. Tres horas repartidas entre dos autobuses que iban de rally por la indómita costa Srilankense y diez minutos de tuktuk. Así aparecí en el Beach Hut (BH), guest house en primera línea de playa, rodeado de vegetación y otros guest houses: Sólo tenemos una habitación muy básica, son 500 rupias la noche (3.10€). No necesité verla para auparme la mochila y hacerla mía. Ya estoy, aquí voy a pasar la parte final de mi viaje. Dejé las cosas y me tumbé en la cama pensando en lo cansado que estaba. Mentira. Era una idea mental vencida por las ganas de conocer el lugar a donde había llegado. Ducha fresca, bañador y andando por la extensa bahía dirección al main point (MP) para chequear la larga derecha que quiero conquistar. De camino me incorporé a la fila de diez pescadores que tiraban de la red sacándola del agua, rebosante de peces, algas y una manta raya que quedó atrapada. 40 minutos estuve sudando y cantando con ellos. 750 rupias al día (5€) se llevan por un trabajo demasiado duro y mecánico. ¿Tsunami hotel? Menudo lucero el que le puso el nombre después del verdadero tsunami que azotó la costa en 2004 dejando muertos y devastación a su paso.

Llegué al MP, un metro de ola, primera sección rápida y hueca, si la pasas otras dos secciones despliegan su lienzo para que en ellas dibujes lo que quieras. Agua caliente, fondo de escarpada roca y bastante surfo en el agua. Me motivé y volví al hostel embargado por una energía que me era familiar.

En la larga mesa de reuniones falicitadora de relaciones, desayunando, conocí a Nikki y Ruth, dos londinenses graciosas que se complementan a la perfección. Congenié instantáneamente con Nico, el italiano de Milán con una historia reciente demasiado similar a la mía como para no llevarnos bien. Al parecido físico latino se une la farm experience en Australia y la estancia en Bali antes de caer en Sri Lanka.

Esa tarde me di el primer baño desde la fisura en las costillas. Con un retro fish 6.0 (4€/día) más estable que un shortboard, cogí derechas en wiskey point (12km norte de AB), una ola menos agresiva que el MP y con fondo de arena. Perfecta para retomar el feeling antes de coger olones en el pico. Dos días de olas pequeñas y comida cingalesa, dolor en las costillas y ardiente bálsamo de tigre, gran hermano en el Beach Hut: 25 cabañas repartidas en un terreno donde el resto es zona común, si quieres estar sólo lo mejor es viajar con alguien. Demasiado pequeño el tamaño de las olas y parece que va a menos, eso dicen los locales, los turistas y magicseaweed.com, buen momento para conocer parte de las maravillas del país.

-Oye italo, ¿qué te parece si nos vamos en tu scooter a recorrer algo de Sri?
*Creo que mañana es buen día para partir.

 HILL COUNTRY

Por la mañana y con la calma preparamos una pequeña mochila con lo básico para tres días, dejando el grueso del equipaje en la habitación de Kuna, cabeza visible del Beach Hut. Llévate chubasquero y sudadera que en las montañas hará frío… Cuatro chicas (alemanas, pensé) esperaban con sus mochilas en la mesa principal, recién llegadas. -Vais a gozar aquí, si os quedáis más de tres días nos vemos a la vuelta. *¿Dónde váis? – Sin rumbo fijo, pondremos a prueba el carácter de las gentes de Sri, a ver qué ofrece el país. ¡Pasadlo bien! -Kuna, en tres días estamos aquí, ¿nos guardas las habitaciones para entonces? *Hecho.

El punto vertebrador del minitrip fue la montaña de Adam´s Peak: objeto de peregrinación por parte de nativos y turistas, su ascenso de madrugada se ha popularizado ya que desde su cima se aprecia el despuntar del alba que visibiliza plantaciones de té, montañas y ríos en todo el alcance de la vista. Aparte, ver elefantes en su hábitat natural y sentir la temperatura de los habitantes del país eran los objetivos principales de la incursión.

Nico conduciendo la scooter negra (5€/día) con su mochila entre las piernas, yo de paquete con la mía en la espalda; dejamos las tablas en sus respectivas tiendas corriendo los días de alquiler, a contar de nuevo desde la vuelta. ¡Dale gas italo!

Nico, de Milán, un cachondo mental
En total cubrimos unos 700 km srilankenses (sensación de 1500 km europeos), invirtiendo para ello veintidós horas de conducción (quince con Nico a los mandos y el resto conmigo manejando) repartidas en tres días. Una experiencia impresionante sin armaduras ni aislamientos, penetrando literalmente en las entrañas del país a corazón abierto. El primer destino fue Ella, encantador pueblito de montaña al que llegamos tras parada técnica en las Rawana Falls (pequeñas cascadas). Decidimos hacer noche allí y empezamos la búsqueda de hotel. Entre 2.000 y 3.000 rupias por los dos (13/19€). Muy caro. La lluvia había amenazado la ascensión con la motillo y fue al llegar a Ella cuando se puso a diluviar.

Abandonamos la calle principal en busca de una opción más económica, conseguida en un hotelazo regentado por el bautizado “Miguelito”, tal era su cara con el ceño fruncido, gafas de pasta y pantalón subido por encima del ombligo a sus tiernos vietiséis años. -¿Cuánto cuesta esta habitación Miguelito? *3.000 –Uff, no, no. *¿Cuánto queréis pagar? -1.000 entre los dos. *Bueno, está bien, por ese precio tengo esta. Nos condujo a la habitación contigua y gemela, idéntica. No entendimos el porqué de la rebaja pero ahí nos quedamos. Par de cervezas en el Nescoffee, el bar reggae más cool de la zona donde no había nada de ambiente (disuadido por la propia idiosincrasia del lugar y la potente lluvia) y de vuelta al hotel. Esa noche pude ver la debacle del FCB ante el Bayern de Munich en el LCD del salón.

Nico a lo Cristo Redentor en Little Adam´s Peak
A las 8 am y tras degustar el desayuno típico dominguero de los cingaleses con dinero, ascendimos al Little Adam´s Peak, fantásticas sus vistas sin niebla de por medio. Oye, ¿me tiras una foto? Era una pareja francesa con la que intercambiamos info del país. Decidieron visitar Arugam Bay tras conocernos. El chaval había ascendido Adam´s Peak en dos horas quince minutos, orgulloso estaba el hombre de su gesta (habitualmente se cubren los verticales 7 km en 2h30m o 3h30m). Sus fotos, motivadoras. Esta noche nos toca a nosotros ¡Vamos!

La humanidad se encuentra imbuida en cada rincón
del globo.
Volvimos sepertenteando por las verdes montañas y una de las mujeres recolectadoras de hojas de té nos invitó a su casa. La seguimos hasta una humilde estructura donde preparó una reponedora infusión ofrecida con amplia sonrisa y manos curtidas, a la par que narraba los caminos profesionales elegidos por sus dos hijas y el hijo mayor, que formaba parte del equipo nacional de judo.

Fue curisoso su rechazo a nuestras rupias de agradecimiento mientras sonreía, quizá porque nos estaba dando la lección de cómo estar en paz y goce desprovista de las necesidades materiales que guían nuestros instintos en el “primer” mundo.

Recogimos nuestras cosillas e hicimos caso a Miguelito respecto de la ruta a seguir para llegar a Delhousie, pueblo base para el ascenso a Adam´s Peak. Y ahí empezó el verdadero challenge para el scooter de 125. Carreteras de montaña agujereadas cual queso gruyer, un solo sentido que me hacían contener el aliento mordiéndome el labio en cada curva cerrada que Nico tomaba a lo Il Dottore. Notando el calor que desprendían los autobuses al sobrepasarlos… Lluvia, plantaciones de té a ambos lados, paisaje impactante imposible de acotar con palabras, exaltador de vista y olfato, camiones y autobuses desbocados, ley del más fuerte sobre el asfalto. Me puse a los mandos con Nico agotado y empezó el camino de tierra bacheado. Perfecto.

Comimos en el puesto de la izquierda, sus gentes
transpiraban calma y transparencia.
Sobrepasé el desvío cuya señalización no hubiera visto siquiera andando y atravesado el pueblo de  Kotagala entramos en un aura tan buena que paramos a saludar. Evidentemente fuimos la atracción de los allí presentes, sobre todo del travieso niño que correteaba persiguiéndonos. En uno de los puestecillos de comida Nico aromateó pollo en salsa y nos quedamos a comer. Tenían todos los ingredientes y especias en el expositor e hicimos cocina fusión con ellos. Vamos, que preparé arroz con huevos, vegetales y pollo en la enorme sartén ante la atenta mirada cingalesa, se reían sorprendidos por la “extraña” forma de mezclar y les dejé el asunto para su toque final de muñeca del cual carezco. Habían comido todos menos un señor gracioso al que invitamos a sentarse en la mesa con un plato de arroz que no se comió in situ por desconocer el uso de los cubiertos. Se lo llevó a casa. Por el entorno, la propina que dejamos allí fue mayor que la cuenta.

Eran las 4 pm cuando llegamos a Hatton, último “gran” núcleo urbano antes de Adam´s Peak. *Nicolino, buscamos hotel aquí que será más barato que tan cerca de Adam´s, lo suyo sería descansar hasta la noche para empezar el ascenso a las 2 am.

Detenidos en una pequeña rotonda un hombre se acercó. Su inglés era perfectamente entendible. *Chicos, ¿puedo ayudaros? –Hola buen hombre, buscamos un hotel barato para descansar a no ser que podamos quedarnos en su casa, je (soltó Nico). El hombre no se sobresaltó pese a lo atrevido del comentario: *Conozco uno muy económico que no está lejos de aquí, ¿de dónde sois? –Italia y España. *Mi sobrino está en Madrid. Allí he crecido, dije.

Nos dio indicaciones para llegar al hotel y nos despedimos. Era un espacio de reminiscencias coloniales, como una casa de muñecas antigua afectada por el inexorable paso del tiempo, al igual que su anciano recepcionista. No bajaba de 3.000 rupias. –A ver caballero, son 3000 rupias las 24 horas ¿no? Vamos a estar tan sólo 8, por lo que al tratarse de un tercio el precio debería ser de 1000 rupias… Aunque calculó mentalmente, el hombre no cedió.

Para nuestra sorpresa, a la salida estaba “El Indicador”. Tenía un visible conflicto interior e hizo una llamada. *Mi casa es pequeña pero podéis descansar allí. –¡Gracias! Le acompañé en tuk tuk y Nico nos siguió. El menor de sus dos hijos, Akram (18 años, futuro ingeniero aeronáutico) estudiaba en la habitación que hicimos nuestra. Conocimos a la madre, encantadora y hospitalaria y apareció el hijo mayor, Arshad, diseñador gráfico. El padre, al que bautizamos como Uncle (tío en inglés), ejercía de pastor hindú una vez retirado de sus funciones como tesorero nacional en Colombo.

Me encontraba tremendamente cansado y la familia, como es lógico ante tan inesperada y estimulante visita, quería conversar. Conseguí posponer el encuentro hasta las 8 pm y nos dejaron sólos en la habitación. La siesta en la misma cama con el italo estuvo marcada por la inconexión de mis sueños cuyo denominador común fue el color azul. Cepillándome los dientes estaba cuando me di la vuelta y a poca distancia de mi se encontraba Uncle mirándome fija e impasiblemente. Su inesperada presencia me sobresaltó.

Entró en la pieza el resto de la familia, también la risueña anciana hermana de Uncle. Allí estuvimos poniéndonos al día cultural y mutuamente. Fue una tarde tan mágica como el resto del viaje, cada lance parecía orquestado por la bondad del destino que nos brindaba lo mejor de las gentes del país en dosis concentradas de cariño inmerecido.

Noche cerrada de diluvio universal, llovía con furia mientras la madre preparaba un estofado de carne con patatas para la cena. Cenamos en la casa de enfrente, al otro lado de la “carretera”, donde vivían los padres con la hermana de Uncle (los chavales vivían en la casa de la siesta). Llovía tanto que el hombre, en un arrebato de responsabilidad hacia nosotros, nos impidió ir en moto a Adam´s Peak. *Sale un autobús a las 10 pm, tarda hora y media.

La familia Cingalesa! 

Decidimos ir con lo puesto dejando la mochila en la casa, total, volveríamos al día siguiente.

El supuesto autobús nunca llegó y tras una hora comentando sentados en un muro decidimos coger la moto. Un mapita a boli diseñado por Uncle y a cubrir los 31 km que nos separaban de Delhousie. Hora y media de curvas aliñados por fina lluvia. Oscuridad absoluta debido a la ausencia de tendido eléctrico, plaga de sapos suicidas que saltaban a la carretera a nuestro paso (por lo menos seis atravesaron el camino, uno de ellos impactó en mi pie izquierdo) y, ya llegando, frenazo encogedor de corazón ante la familia de jabalíes que cruzó la vía muy cerca de nosotros.

Reponiendo el cuerpo de la paliza motera
en "cómodas" camas. ¿Podemos tirarnos
un rato ahí? La cara del chaval fue de aceptación.
El solitario hombre que caminaba por la carretera muy lejos de cualquier civilización sabía como arribar a nuestro destino. Medianoche cuando llegamos, pronto para empezar el ascenso (lo suyo es hacer cumbre al amanecer, a eso de las 5.15). Hicimos tiempo tomando té, bollo y chocolatina (3 veces repetimos menú, qué rico, qué hambre, qué gula), luego nos metimos en la trastienda a descansar tumbados sobre unas mesas. Gente maja en Sri.

A las 2 am salimos del local para empezar a subir escaleras. Adam´s Peak: más de 5.400 escalones de piedra cuya verticalidad varía dependiendo del tramo, todo el camino iluminado por luces blancas generando un entorno místico y peculiar. Motivados y encendidos con el té. Un monje budista me colocó una pulsera (lazo blanco) en la muñeca derecha: dice la tradición que has de pedir un deseo mientras te la ponen y cuando la pulsera caiga, si el deseo es honesto, significará que están puestas las bases para su cumplimiento.

Al poco avisté una cara conocida: *¡Artemis! Qué pasa griega, bueno verte aquí. La conocí surfeando en Arugam Bay, su próximo destino es Maldivas, mujer de mente abierta delicia para conversar. Hacía grupo con tres chicas desconocidas para nosotros. Unas risas, par de fotos, unos escalones juntos y un bueno chicas, un placer, nos vemos arriba.

Fresquete montañero, a medida que avanzábamos la niebla se densificaba. Las palabras dejaron paso a la respiración. Sudando a chorro, cedí la mochila a Nico (llevaba cargando un rato) y seguimos ascendiendo. *Luki, un descanso para beber agua… -No puedo tío, nos vemos arriba.

Seguí sin detenerme hasta coronar, sintiendo una conexión muy especial, beneplácito intangible y apátrida de invisibilidad tan palpable que me provocó un baile del alma. Familias srilankesas, turistas despistados, cada cual a su ritmo. Pie derecho, escalón, pie izquierdo, escalón, frío externo calor interno, varias alarmas corporales ficticias que no me engañaron… Con el intermitente encendido, adelantando continuamente. –Mira cariño, ahí va un auténtico deportista. Me di la vuelta para sacar de su ilusión a la pareja: *Eso quisiera, sólo es una promesa.

“Último puesto de agua” rezaba la pintada en la pared que me hizo entender que la cima quedaba cerca. Para ese momento parecía que me estaba duchando, la camiseta empapada (el chubasquero en la mochila que tenía Nico). Llegué al mirador sin camiseta (con lo mojada que estaba sólo podía coger frío al detenerme) ni zapatillas (obligatoria su retirada en señal de respeto al Buda). 1h40min. Fuertes rachas de viento helado, me refugié quince minutos tras una pared semiprotegida, plagada de enormes polillas.

Adam´s Peak, mirador. Dentro de la casa una estatua de Buda
objeto de veneración, ofrendas, deseos y peticiones.
Nubes danzando al amanecer.
El señor que estaba tras la reja me preparó un té que me calentó lentamente y también me dejó un chubasquero. Veinte minutos después llegó Nico y, pasada la hora y media, aparecieron las chicas. El alba iluminó el mar de nubes que campaba por el valle en 360°, una pena ya que dicen que lo bonito de la ascensión es la vista al amanecer. Al poco, comenzó la ceremonia de veneración y ofrenda a Buda con una conga de locales portando una sábana blanca sobre sus cabezas mientras repetían una y otra vez el mismo mantra. Se trata de una peregrinación importante para ellos, al nivel del Camino de Santiago para los cristianos o La Meca para los musulmanes.

Destino turístico, pero sobre todo nativo familiar.
El descenso provocó temblores en las piernas, que respondían peor que mejor. Desayunamos en el hotelazo de las chicas (viajaban con más dinero que tiempo) y acto seguido Artemis se marchó a Kandy (la ciudad más importante de la Hill Country). Eran las 10 am y aprovechando la bondad de los gerentes del hotel nos quedamos con su amplia habitación (mención especial para la enorme y cómoda cama) hasta el check out de las 11.30. Fue la mañana de Three Little Birds y decidimos unirnos a Angie, Julia y Vero, sueca, austriaca y alemana, las tres trabajan en Dubai, en el departamento de marketing de una cadena hotelera. Su próximo destino era el Parque Nacional de Udawalawe, uno de los mejores del país para el avistamiento de elefantes. Y yo, al contrario que Nico (ya había estado en dos reservas naturales), quería estar cerca de ellos.


Desayuno reponedor, ellas duchadas y estrenando ropa...Nosotros no.

La putada para nosotros era que teníamos la mochila en Hatton, en casa de Uncle, que implicaba dirección contraria y 70 km, de los de Sri Lanka, por la cara…

GPS manual
Momento té durante el descenso.
Una foto que valga por muchas imágenes vistas en carretera.

Rompimos a reír tras la instantánea. On the road.

Con-ta-míname mézclate conmigo... Uno de los cientos de buses que
adelantamos/cruzamos. 
Artemis! Muy maja la restauradora de arte, debido al intenso dolor en su rodilla
lesionada durante el descenso la llevé "a caballito" un buen tramo. ¿Peso mucho?
Qué va, daba igual.




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