SEAWS XXX
South East Asia Wild Spirit
Visitad los mercados, daros un masaje thai, flipad con la comida callejera, asistid a un espectáculo de Pong y mucho cuidadito con los Lady Boys, os va a encantar Bangkok… Perderos callejeando, cada esquina es espectáculo… No dejéis de visitar los templos… Kao San Road, epicentro mochilero de la capital de Tailandia.
Eso es lo que nos habían contado de Bangkok,
tampoco quisimos profundizar mucho antes de llegar para que el impacto fuese
total, aun a riesgo de perdernos puntos clave por falta de información.
De Bali a Surabaya |
DÍA 1. LLEGADA: Ni una rupia nos quedaba en el
bolsillo. ¿Has contado bien? Sí tío, 249.700, nos faltan 300 (3 cts de €) para
poder pagar el impuesto de salida del país (150.000 IDR por persona). El tipo
que estaba detrás de nosotros en la cola de pago del aeropuerto de Surabaya
extendió la mano abierta con la palma repleta de monedas de escaso valor.
Gracias buen hombre, le di a cambio una moneda de 10cts de €, te dará buena
suerte. 4 horas de apacible vuelo después, llegamos al aeropuerto de Don Meung,
en Bangkok, donde nos sellaron el permiso de estadía de 30 días en el país,
hasta el 3 de abril (en caso de entrar a Tailandia por tierra te dan 15 días de
visado). Taxi ¿no? Hoy sí, de otra forma nos perdemos fijo. Intentamos regatear
el precio al taxista que no bajó de los 400 BHT (38 BHT= 1€) por el trayecto de
26 km hasta llegar al gueto mochilero de Kao San Road, bullicio luminoso de
adosados puestecillos en el que se vende de casi todo. El hostel que reservé
vía internet para dos noches, situado en el vecino y entrañable barrio de
Samsen, estaba completo. ¿Qué? Tengo una reserva para dos noches, la primera de
ellas ya pagada, cómo no vas a tener habitación. El hombre hablaba inglés
pausado y limitado. *El check-in es hasta las 6 pm, a partir de ese momento no
reservamos la habitación, estamos completos. – ¿Me han cargado en la tarjeta
10€ de esta noche y me dices que no tienes lugar para nosotros? *No te han
cargado nada en la tarjeta. No salía de esa frase, sin razonar, difícil
reconducir la situación. –Ok, voy a chequear el pago y si me han cargado la
noche vuelvo y me la pagas tú a mí ¿vale?, ¿dónde podemos dormir por un precio
similar? Nos recomendó tres hostel cercanos
pero elegimos un guest house escondido en un callejón, vallado acabado en
afilados pinchos, seguro que es económico. Vimol Guest house ha sido nuestro
hogar durante esta semana capitalesca, encantados estamos de residir en este
barrio que de otra forma no hubiéramos tan siquiera conocido al no albergar más
interés turístico que el genuino día a día tailandés. La enjuta vivaracha anciana
nos enseñó la habitación. Dos camas, ventilador y baño propio. ¡Nuestra! Reponedora
ducha que evaporó el calor corporal a la par que cambiaba el signo de la
cargada energía que traía de Kuta. Empezaba la Bangkok experience.
Orientados por consejos previos íbamos a la Kao
San Road, aunque no avanzamos más de 100 metros cuando decidimos sentarnos a
cenar en un restaurante callejero aromático y ambientado. El chef con delantal
sin camiseta, tatuado de cuello a tobillo, la camarera-dueña se las apañaba
para atender sonriendo al abarrotado público que se congregó esa noche, ¡una
chang por favor! A gusto el litro de cerveza por 1€. Como no tenían pan compré
bimbo integral en el seven eleven cercano. Degustando gambas a la tailandesa,
la rubia del animado grupo de la mesa de al lado, Marta a la postre, nos introdujo
en su conversación. Tres chicas, cinco chavales, de varios países, trabajan en
Naciones Unidas con un proyecto de cooperación internacional y nos unimos a
ellos lanzando la noche al rincón de clásicos instantáneos. Blues en vivo con
un público muy mezclado en el que sobresalían veteranos con el ritmo en las
venas, ataque de risa el que nos dio cuando Inu convirtió la cuenta de Baths a
Euros, ¡sale a 3 euros la copa nen! Entonados, tiramos para la Kao San Road,
calle fetiche de viajeros y locales con ganas de despertarse resacosos… Qué
exaltación de luces, puestos ambulantes de ropa y comida, gente en todas
direcciones, música y corros en torno a pequeñas atracciones que aprovechaban
su minuto de gloria. Uno de ellos era en torno a un puesto de venta de insectos
cocinados, grandes y pequeños, asqueroso a primera y segunda vista… Nadie se
animaba, así que agarré un escarabajo enorme y pa dentro, que asco cuando
mastiqué vísceras… Seguimos la fiesta en otro garito de música en directo hasta
que el ONU team se retiró del todo. Flipé con el break dance que se marcaron
unos nativos en medio de la calle y flipé más cuando vi a Inu con un cubo de
playa lleno de ron con coca cola. Vá-mo-nos. Endiscotecado estaba cuando me
fijé en la rubia que bailaba en la tarima, intenté poner cara de guapo pero el
ciego dominaba mis facciones así que la bajé (literalmente) para bailar con
ella, percibir la conexión y descubrir el tuk tuk de vuelta al hostel. Cuando a
las dos horas entró Inu con cara de cama se me acabó la fiesta y acompañé a
Julia a coger un taxi…
Vista panorámica desde Golden Mountain |
Estatua de Buda en estado meditativo |
DÍA 2: SIN MAPA. A las 7.45, siendo conscientes de
que no habíamos venido a Bangkok a dormir, empezamos a funcionar. ¿Plan para
hoy? Perdernos sin rumbo ni destino a ver que ofrece la ciudad cuando nada te
esperas. El gigante de ocho millones de habitantes se despereza con calma en
nuestro barrio, los sabores se potencian al pasar por las hábiles manos thais y
el desayuno que nos dimos a base de fruta, granola y leche engañó a la resaca
hasta pasado el mediodía. Los comerciantes tienen una técnica de venta menos
agresiva que la balinesa y pocos son los que abordan al transeúnte. Habíamos
oído que las falsificaciones/excesos de producción de las grandes marcas de
ropa eran míticas y económicas en Bangkok, así que los primeros pasos los dimos
por un centro comercial al por mayor, recomendación del conductor de tuk tuk,
nada de lo que buscamos estaba por allí. Callejeando nos perdimos entre
mercados, parques, réplicas en cera del rey y de monjes budistas, desembocando
en la calle de las armas. Pistolas, metralletas, cuchillos y escopetas, puños
americanos, arcos y navajas de todos los tamaños. De ahí un tuk tuk nos llevó
al “Golden Mount”, monte sagrado de
adoración al Buda.
Túk Túk |
Uno de los tantos puestos de deliciosa comida Thai |
Comimos en la Kao san un poquito en cada puesto hasta
saciarnos y de vuelta al hostel. Coño, email de Tiger Airways… Han cambiado la
hora del vuelo de Singapur a Sri Lanka, por lo que si no me cuadra bien, me
devuelven el dinero… Teniendo en cuenta que ese era el billete comprado con
número de pasaporte erróneo sin posibilidad de modificarlo, deluxe. Y me
cargaron en la tarjeta la primera noche del hotel donde no dormimos ayer… Por
la tarde me acerqué al “Amazing House”: -hola, ¿te acuerdas de mí?, me han
cobrado la noche de ayer, así que tú dirás cómo lo hacemos. *No, no te han
cobrado. –Te acabo de decir que me han cobrado 10€ porque tú les has dicho que
no me presenté y esa es la política de booking.com cuando no apareces en una
reserva realizada. *No te han cobrado. –¿Me estás llamando mentiroso? Mira,
ahora les mandas un email diciendo que vine y no tenías habitación, voy a estar
aquí hasta el lunes, si en ese tiempo me devuelven el dinero perfecto, en caso
contrario me lo pagas tú. *Ok. Le redacté el email y listo. Gracias, ¿tienes un
mapa de la ciudad? Unos chavales nos recomendaron el mercado nocturno de
Patpong, allí encontraríamos la ropa que queríamos.
Chao Praya |
Para llegar, descubrimos el animado tráfico
fluvial del río Praya, arteria que vertebra eficazmente la city en sus dos
orillas. Por 15 BHT te recorres el río entero. Desde la plataforma de atraque, saltamos
sin pensar en el cayuco que amarró, equivocándonos de sentido… Sabes que barco
has de coger por el color de la bandera que llevan en proa. Naranja es el
nuestro. Maraya se subió en la tercera parada y cuando se acabó el Pad Thai
(soja, huevo y gambas revueltas con mística y especias varias) le ofrecí un
barquillo de chocolate para endulzarse. Llevaba cuatro meses viajando Asia y al
día siguiente volvía a su Holanda natal, pero no quería irse sin tomarse una
copa en el sky bar que sale en Hangover
II.
El viaje en barco en realidad lo fue en el tiempo y de la ancestral
Bangkok llegamos a la futurista urbe de rascacielos, trenes elevados, denso
tráfico y abarrotadas calles. Preguntando y regateando aparecimos en el mercado
de Patpong, más parecido al ideal que traíamos en la cabeza. Un tailandés
tatuado nos ofreció espectáculo de Pong, en el que bailarinas de striptease
demuestran con pelotas de ping pong su dominio de los músculos genitales… Le
seguimos. Subimos unas escaleras y entramos en un antro escasamente iluminado,
vacío, con tres bailarinas y dos travelacos en tanga bailando en el escenario.
Me puse alerta. Vámonos, ¿no? La camarera se nos acercó, ¿queréis tomar algo?
En breve se llenará la sala, va a empezar el espectáculo, dijo mientras nos
dejaba el menú de bebidas. *¿Cuántos cuesta una copa? -100. Miré a Inu. Eso son
dos euros y medio, ¿nos tomamos una o qué? –Dale. Uno de los lady boys, cara
blanca y maquillada, nos miraba fijamente haciendo el internacional gesto de la
chupada con mano y boca. Que no me mires cohone. Nos trajeron los tragos,
vinieron dos chicas a brindar con nosotros y se fueron dejando sus copas en
nuestra mesa. Otra se subió al escenario en el que había una tarta con 12 velas
encendidas, fue apagando una a una todas ellas con soplidos vaginales... Inu
bebía y yo esperaba por si habían echado algo en la copa, para no estar los dos
en fuera de juego en el caso de que nos drogaran, allí pasaba algo. Al lado
opuesto de la barra una señora de gran nuez, elegantemente vestida, nos
observaba con la cara oculta en la oscuridad, el foco de luz apuntando a sus
manos. Tétrico. El otro travelplan clavó sus ojos en nosotros con expresión
extraña, menuda estampa. Apuramos los vasos y nos levantamos. La camarera nos
condujo a la mesa de la señora elegante, lejos de la puerta de salida. Yo con
200 BTH en la mano y la cuenta que decía 2.800. ¡Qué dices mujer! No puede ser,
si las copas eran 100 cada una. El tono de voz de la señora, tranquilo y tenso
a la vez, me hizo dudar, hablaba escaso inglés con entonación tailandesa,
acojonante. *Son 2.800 BTH, lo de 100 que os han dicho era en dólares. Nos
estaban cobrando nuestras copas, las de las chicas y el supuesto espectáculo
–Pero… *Pagad lo que debéis, dijo aumentando gradualmente el volumen acabando
con un apagado grito. Inu entró más fuerte de lo que requería la situación y la
mujer subió más la intensidad de su voz. Terminaba las frases arrastrando las
palabras con una musicalidad sádica que estremeció mis entrañas… Joder estamos
en un antro en Bangkok, rodeados de transexuales y prostitutas, mafia asiática
pura y dura. Empezó a subir la tensión a base de gritos y nervios, situación
acrecentada por la falta de iluminación del local y la confusa música que
sonaba fuerte, perdí de vista a dos de los que estaban allí. Súbitamente
apareció un hombre a mi lado, algo más alto que yo, tatuado y cicatrizado, cara
inexpresiva, percibí un destello en su mano; llevaba puesto un puño americano y
me acojoné al máximo. Inu no lo había visto y de nuevo trató de discutir la
cuenta. La chica que estaba a la derecha de la señora le gritó: ¡Cierra la puta
boca! Pagad ahora mismo o no salís de aquí… El hombre me agarró de la camiseta.
Inu peligro, peligro, calla de una puta vez. Saqué billetes del bolsillo
sorprendido de no estar temblando y le di el dinero a la señora. Inu indignado,
subjetivamente ajeno al peligro, Fuck off,
dijo. La señora abrió mucho los ojos incorporándose, me interpuse entre los
dos, Ok. Nos vamos, ya está… Salimos de allí sin mirar atrás. Cuando le
expliqué a Inu todo se asustó más de lo que estuvo en el momento. Madre mía.
Gracias a decir que sí a propuestas que a priori deberían ser negadas hemos
tenido momentazos, en este viaje y en la vida, esta vez nos timaron 35€ a cada
uno, nada en relación con lo que pudo haber pasado… Buscamos sin éxito al
desgraciado que nos llevó al garito, mejor no encontrarlo.
Barrio de Patpong, Bangkok, Tailandia. |
Fish Spa |
Ictioterapia regeneradora |
Eliminamos la tensión con media hora de
ictioterapia (introduces la pierna hasta la rodilla en una gran pecera donde
crías de barbo comen tu piel muerta), el primer contacto con los peces nos
arrancó un ataque de risa liberador. Celebramos el poco daño recibido con una
copiosa cena a base de pescado, calamares y carabineros en el restaurante donde
cenamos el día anterior y nos fuimos al hostel, cansados de la tralla. La llave
de la vallada puerta no giraba, salté con cuidado para no ensartarme en los pinchos,
Inu diciendo bájate Luki… Una vez dentro, nos descalzamos como cada día antes
de subir a la habitación.
Casi dejamos sin colmillos al tigre, pensábamos que era de madera y en verdad era de corcho. |
DÍA 3: KANCHANABURI: Google lo sabe todo y me contó que
los autobuses a Kanchanaburi (170km) salían cada media hora desde la estación
sur de autobuses, a 12km del hostel. Uno de los puntos que más esperábamos del
viaje era visitar el polémico Templo de los Tigres, a 70km de Kanchanaburi.
Llegó el momento. Desayunamos de nuevo en el White Conne, una exaltación para
el paladar nada más empezar el día. Calor húmedo con y sin sol. Ensalada de
frutas y a negociar precios con taxistas y tuktukeros… *¿Con qué agencia vais
al templo? –Vamos por libre. De 350 bajamos a 150 BTH y nos subimos al taxi, el
conductor hablaba en tailandés y yo le contestaba en español, el tai medio no
domina el idioma extranjero y cualquier aproximación entre palabras en inglés o español a
su idioma es mera coincidencia. El hombre estaba animado hasta el punto de
locura, comenzó a gritar: ¡Mi, Kanchanaburi, 3000 BTH ida y vuelta! Y se reía
poseído cabeceando a la par que repetía su frase… Pero qué dice este tío de las
risas pasamos al ¡tú loco, a la estación de buses eh! *Kanchanaburiiiiii! Qué
colgao estaba el hombre desde bien temprano. Al final nos dejó en la estación.
Cada destino tenía un mostrador propio. El nuestro era el 77 y por tan sólo 60
bahts nos plantamos en la pintoresca estación de Kancha en una moderna furgo, ¿y
ahora? Nadie hablaba inglés, impotencia. Se suponía que hasta la hora no salía
el nuevo bus pero del tirón nos vimos compartiendo la caja del destartalado
camión con una pareja, una alegre señora y un hombre dormido encima de una televisión
antigua. Sin saber si íbamos en la dirección correcta, por gestos creímos
entendernos con la señora… Se bajaron todos antes que nosotros, el camionero detuvo
el vehículo en el arcén opuesto al de una gran puerta de tigre. Caminando con
calorazo, sudando, nos pasaron 4 furgos turísticas haciendo caso omiso a
nuestro pulgar levantado. Un chaval cociéndose bajo la chaqueta militar
permanecía sentado en su moto mirando pastar a las vacas… ¿Temple? Subid. ¡Gracias
man!
Me lo esperaba diferente. Pensaba que era un
monasterio budista en el que los monjes se hacían cargo de tigres huérfanos y
que los iba a ver andando por las baldosas de un gran templo. En realidad se
trata de una reserva natural con ciervos, jabalíes, búfalos, pavos reales y preciosos
tigres. Polémica atracción turística cuya entrada cuesta 600 BHT, se escuchan oscuras historias
sobre el verdadero destino de los tigres adoptados por los monjes. Me encantó
el trato que les daban y quedé impactado con la belleza del animal. Están
acostumbrados al hombre siendo los más peligrosos los cachorros, aun puramente
salvajes. También entendí la frase hecha “hueles a tigre”. Rugidos, peleas,
potentes patas, espectaculares juegos entre ellos. Inolvidable estar tan cerca
de sus garras. Recorrimos toda la reserva y nos detuvimos entre los búfalos.
Despacio hasta que se acostumbraron a mi presencia, me centré con uno de ellos
acariciándole la cabeza. ¿Me dejas subirme? Le susurré al animal. Escuché a Inu
diciendo: No hay huevos. Le miré y ya sabíamos que había retillo allí. Cogí la
silla que cuando entramos estaba ocupada por uno de los monjes vestido de
azafrán y la coloqué al lado del bicho, a modo de escalera. Inu se partía de
risa cámara en mano esperando a que el búfalo echase a correr dejándome en el
camino… Pero sólo dio unos pasos conmigo en sus lomos cuando salté. Estuvo
gracioso. Taxi, furgoneta, camión y motocicleta para llegar al templo de los
tigres ahorrándonos un dinero que hubiera ido a parar a las arcas de una
agencia de viajes. Lo bueno: viajar como los locales y disponer de tu propio
tiempo, sin prisas organizadas. Lo malo: la incomodidad en comparación con que
te lleven de la mano.
Budist Tiger Temple, Kanchanaburi. |
A la salida, un gran baúl con hielos proveía a
todos de agua gratuita, bueno a todos los que nos enteramos de aquello, porque a
escasos cinco metros la cola de turistas que compraba botellines de agua no era
pequeña. Qué internacional es observar cómo se acerca la gente en cuanto
escucha la palabra gratis… Volvimos a la estación de buses en la caja de otro
camión, pagando 80 BHT en vez de los 130 que había pagado el resto, absorbiendo
poco a poco el timo que recibimos ayer. Flipados
comentando las peleas vividas entre los tigres, nos refrescamos con un
riquísimo batido de galletas oreo, té y leche antes de volver a coger otro mini
bus de vuelta a Bangkok. Se me hicieron largas las dos horas y media de viaje, mal
durmiendo con las lentillas pegadas a los ojos secos, de nuevo únicos no asiáticos
en los asientos de la van. Debido a que casi nadie habla inglés, tienes que
hacer un sobreesfuerzo constante si quieres profundizar en la cultura del país.
Una vez en el hostel, larga ducha fría, relax y a cenar a nuestro restaurante
esquinero por tercer día consecutivo. Oye te pago más y me lo haces más grande.
Hecho ¿Una Chang? Hoy mejor agua. Petados íbamos cuando nos encontramos a
Marta, la catalana que conocimos la primera noche.
*¡Hola chicos! Qué, ¿estáis disfrutando de
Bangkok?
– Sinceramente, SÍ.
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