lunes, 11 de marzo de 2013

STUNNING BANGKOK I


SEAWS XXX
South East Asia Wild Spirit
Visitad los mercados, daros un masaje thai, flipad con la comida callejera, asistid a un espectáculo de Pong y mucho cuidadito con los Lady Boys, os va a encantar Bangkok… Perderos callejeando, cada esquina es espectáculo… No dejéis de visitar los templos… Kao San Road, epicentro mochilero de la capital de Tailandia.
Eso es lo que nos habían contado de Bangkok, tampoco quisimos profundizar mucho antes de llegar para que el impacto fuese total, aun a riesgo de perdernos puntos clave por falta de información.

De Bali a Surabaya
DÍA 1. LLEGADA: Ni una rupia nos quedaba en el bolsillo. ¿Has contado bien? Sí tío, 249.700, nos faltan 300 (3 cts de €) para poder pagar el impuesto de salida del país (150.000 IDR por persona). El tipo que estaba detrás de nosotros en la cola de pago del aeropuerto de Surabaya extendió la mano abierta con la palma repleta de monedas de escaso valor. Gracias buen hombre, le di a cambio una moneda de 10cts de €, te dará buena suerte. 4 horas de apacible vuelo después, llegamos al aeropuerto de Don Meung, en Bangkok, donde nos sellaron el permiso de estadía de 30 días en el país, hasta el 3 de abril (en caso de entrar a Tailandia por tierra te dan 15 días de visado). Taxi ¿no? Hoy sí, de otra forma nos perdemos fijo. Intentamos regatear el precio al taxista que no bajó de los 400 BHT (38 BHT= 1€) por el trayecto de 26 km hasta llegar al gueto mochilero de Kao San Road, bullicio luminoso de adosados puestecillos en el que se vende de casi todo. El hostel que reservé vía internet para dos noches, situado en el vecino y entrañable barrio de Samsen, estaba completo. ¿Qué? Tengo una reserva para dos noches, la primera de ellas ya pagada, cómo no vas a tener habitación. El hombre hablaba inglés pausado y limitado. *El check-in es hasta las 6 pm, a partir de ese momento no reservamos la habitación, estamos completos. – ¿Me han cargado en la tarjeta 10€ de esta noche y me dices que no tienes lugar para nosotros? *No te han cargado nada en la tarjeta. No salía de esa frase, sin razonar, difícil reconducir la situación. –Ok, voy a chequear el pago y si me han cargado la noche vuelvo y me la pagas tú a mí ¿vale?, ¿dónde podemos dormir por un precio similar?  Nos recomendó tres hostel cercanos pero elegimos un guest house escondido en un callejón, vallado acabado en afilados pinchos, seguro que es económico. Vimol Guest house ha sido nuestro hogar durante esta semana capitalesca, encantados estamos de residir en este barrio que de otra forma no hubiéramos tan siquiera conocido al no albergar más interés turístico que el genuino día a día tailandés. La enjuta vivaracha anciana nos enseñó la habitación. Dos camas, ventilador y baño propio. ¡Nuestra! Reponedora ducha que evaporó el calor corporal a la par que cambiaba el signo de la cargada energía que traía de Kuta. Empezaba la Bangkok experience.

Orientados por consejos previos íbamos a la Kao San Road, aunque no avanzamos más de 100 metros cuando decidimos sentarnos a cenar en un restaurante callejero aromático y ambientado. El chef con delantal sin camiseta, tatuado de cuello a tobillo, la camarera-dueña se las apañaba para atender sonriendo al abarrotado público que se congregó esa noche, ¡una chang por favor! A gusto el litro de cerveza por 1€. Como no tenían pan compré bimbo integral en el seven eleven cercano. Degustando gambas a la tailandesa, la rubia del animado grupo de la mesa de al lado, Marta a la postre, nos introdujo en su conversación. Tres chicas, cinco chavales, de varios países, trabajan en Naciones Unidas con un proyecto de cooperación internacional y nos unimos a ellos lanzando la noche al rincón de clásicos instantáneos. Blues en vivo con un público muy mezclado en el que sobresalían veteranos con el ritmo en las venas, ataque de risa el que nos dio cuando Inu convirtió la cuenta de Baths a Euros, ¡sale a 3 euros la copa nen! Entonados, tiramos para la Kao San Road, calle fetiche de viajeros y locales con ganas de despertarse resacosos… Qué exaltación de luces, puestos ambulantes de ropa y comida, gente en todas direcciones, música y corros en torno a pequeñas atracciones que aprovechaban su minuto de gloria. Uno de ellos era en torno a un puesto de venta de insectos cocinados, grandes y pequeños, asqueroso a primera y segunda vista… Nadie se animaba, así que agarré un escarabajo enorme y pa dentro, que asco cuando mastiqué vísceras… Seguimos la fiesta en otro garito de música en directo hasta que el ONU team se retiró del todo. Flipé con el break dance que se marcaron unos nativos en medio de la calle y flipé más cuando vi a Inu con un cubo de playa lleno de ron con coca cola. Vá-mo-nos. Endiscotecado estaba cuando me fijé en la rubia que bailaba en la tarima, intenté poner cara de guapo pero el ciego dominaba mis facciones así que la bajé (literalmente) para bailar con ella, percibir la conexión y descubrir el tuk tuk de vuelta al hostel. Cuando a las dos horas entró Inu con cara de cama se me acabó la fiesta y acompañé a Julia a coger un taxi…
Vista panorámica desde Golden Mountain

Estatua de Buda en
estado meditativo
DÍA 2: SIN MAPA. A las 7.45, siendo conscientes de que no habíamos venido a Bangkok a dormir, empezamos a funcionar. ¿Plan para hoy? Perdernos sin rumbo ni destino a ver que ofrece la ciudad cuando nada te esperas. El gigante de ocho millones de habitantes se despereza con calma en nuestro barrio, los sabores se potencian al pasar por las hábiles manos thais y el desayuno que nos dimos a base de fruta, granola y leche engañó a la resaca hasta pasado el mediodía. Los comerciantes tienen una técnica de venta menos agresiva que la balinesa y pocos son los que abordan al transeúnte. Habíamos oído que las falsificaciones/excesos de producción de las grandes marcas de ropa eran míticas y económicas en Bangkok, así que los primeros pasos los dimos por un centro comercial al por mayor, recomendación del conductor de tuk tuk, nada de lo que buscamos estaba por allí. Callejeando nos perdimos entre mercados, parques, réplicas en cera del rey y de monjes budistas, desembocando en la calle de las armas. Pistolas, metralletas, cuchillos y escopetas, puños americanos, arcos y navajas de todos los tamaños. De ahí un tuk tuk nos llevó al “Golden Mount”, monte sagrado de adoración al Buda. 

Túk Túk
Uno de los tantos puestos
de deliciosa comida Thai
Comimos en la Kao san un poquito en cada puesto hasta saciarnos y de vuelta al hostel. Coño, email de Tiger Airways… Han cambiado la hora del vuelo de Singapur a Sri Lanka, por lo que si no me cuadra bien, me devuelven el dinero… Teniendo en cuenta que ese era el billete comprado con número de pasaporte erróneo sin posibilidad de modificarlo, deluxe. Y me cargaron en la tarjeta la primera noche del hotel donde no dormimos ayer… Por la tarde me acerqué al “Amazing House”: -hola, ¿te acuerdas de mí?, me han cobrado la noche de ayer, así que tú dirás cómo lo hacemos. *No, no te han cobrado. –Te acabo de decir que me han cobrado 10€ porque tú les has dicho que no me presenté y esa es la política de booking.com cuando no apareces en una reserva realizada. *No te han cobrado. –¿Me estás llamando mentiroso? Mira, ahora les mandas un email diciendo que vine y no tenías habitación, voy a estar aquí hasta el lunes, si en ese tiempo me devuelven el dinero perfecto, en caso contrario me lo pagas tú. *Ok. Le redacté el email y listo. Gracias, ¿tienes un mapa de la ciudad? Unos chavales nos recomendaron el mercado nocturno de Patpong, allí encontraríamos la ropa que queríamos.
Chao Praya


Para llegar, descubrimos el animado tráfico fluvial del río Praya, arteria que vertebra eficazmente la city en sus dos orillas. Por 15 BHT te recorres el río entero. Desde la plataforma de atraque, saltamos sin pensar en el cayuco que amarró, equivocándonos de sentido… Sabes que barco has de coger por el color de la bandera que llevan en proa. Naranja es el nuestro. Maraya se subió en la tercera parada y cuando se acabó el Pad Thai (soja, huevo y gambas revueltas con mística y especias varias) le ofrecí un barquillo de chocolate para endulzarse. Llevaba cuatro meses viajando Asia y al día siguiente volvía a su Holanda natal, pero no quería irse sin tomarse una copa en el sky bar que sale en Hangover II.

 El viaje en barco en realidad lo fue en el tiempo y de la ancestral Bangkok llegamos a la futurista urbe de rascacielos, trenes elevados, denso tráfico y abarrotadas calles. Preguntando y regateando aparecimos en el mercado de Patpong, más parecido al ideal que traíamos en la cabeza. Un tailandés tatuado nos ofreció espectáculo de Pong, en el que bailarinas de striptease demuestran con pelotas de ping pong su dominio de los músculos genitales… Le seguimos. Subimos unas escaleras y entramos en un antro escasamente iluminado, vacío, con tres bailarinas y dos travelacos en tanga bailando en el escenario. Me puse alerta. Vámonos, ¿no? La camarera se nos acercó, ¿queréis tomar algo? En breve se llenará la sala, va a empezar el espectáculo, dijo mientras nos dejaba el menú de bebidas. *¿Cuántos cuesta una copa? -100. Miré a Inu. Eso son dos euros y medio, ¿nos tomamos una o qué? –Dale. Uno de los lady boys, cara blanca y maquillada, nos miraba fijamente haciendo el internacional gesto de la chupada con mano y boca. Que no me mires cohone. Nos trajeron los tragos, vinieron dos chicas a brindar con nosotros y se fueron dejando sus copas en nuestra mesa. Otra se subió al escenario en el que había una tarta con 12 velas encendidas, fue apagando una a una todas ellas con soplidos vaginales... Inu bebía y yo esperaba por si habían echado algo en la copa, para no estar los dos en fuera de juego en el caso de que nos drogaran, allí pasaba algo. Al lado opuesto de la barra una señora de gran nuez, elegantemente vestida, nos observaba con la cara oculta en la oscuridad, el foco de luz apuntando a sus manos. Tétrico. El otro travelplan clavó sus ojos en nosotros con expresión extraña, menuda estampa. Apuramos los vasos y nos levantamos. La camarera nos condujo a la mesa de la señora elegante, lejos de la puerta de salida. Yo con 200 BTH en la mano y la cuenta que decía 2.800. ¡Qué dices mujer! No puede ser, si las copas eran 100 cada una. El tono de voz de la señora, tranquilo y tenso a la vez, me hizo dudar, hablaba escaso inglés con entonación tailandesa, acojonante. *Son 2.800 BTH, lo de 100 que os han dicho era en dólares. Nos estaban cobrando nuestras copas, las de las chicas y el supuesto espectáculo –Pero… *Pagad lo que debéis, dijo aumentando gradualmente el volumen acabando con un apagado grito. Inu entró más fuerte de lo que requería la situación y la mujer subió más la intensidad de su voz. Terminaba las frases arrastrando las palabras con una musicalidad sádica que estremeció mis entrañas… Joder estamos en un antro en Bangkok, rodeados de transexuales y prostitutas, mafia asiática pura y dura. Empezó a subir la tensión a base de gritos y nervios, situación acrecentada por la falta de iluminación del local y la confusa música que sonaba fuerte, perdí de vista a dos de los que estaban allí. Súbitamente apareció un hombre a mi lado, algo más alto que yo, tatuado y cicatrizado, cara inexpresiva, percibí un destello en su mano; llevaba puesto un puño americano y me acojoné al máximo. Inu no lo había visto y de nuevo trató de discutir la cuenta. La chica que estaba a la derecha de la señora le gritó: ¡Cierra la puta boca! Pagad ahora mismo o no salís de aquí… El hombre me agarró de la camiseta. Inu peligro, peligro, calla de una puta vez. Saqué billetes del bolsillo sorprendido de no estar temblando y le di el dinero a la señora. Inu indignado, subjetivamente ajeno al peligro, Fuck off, dijo. La señora abrió mucho los ojos incorporándose, me interpuse entre los dos, Ok. Nos vamos, ya está… Salimos de allí sin mirar atrás. Cuando le expliqué a Inu todo se asustó más de lo que estuvo en el momento. Madre mía. Gracias a decir que sí a propuestas que a priori deberían ser negadas hemos tenido momentazos, en este viaje y en la vida, esta vez nos timaron 35€ a cada uno, nada en relación con lo que pudo haber pasado… Buscamos sin éxito al desgraciado que nos llevó al garito, mejor no encontrarlo.

Barrio de Patpong, Bangkok, Tailandia.
















Fish Spa
Ictioterapia regeneradora
Eliminamos la tensión con media hora de ictioterapia (introduces la pierna hasta la rodilla en una gran pecera donde crías de barbo comen tu piel muerta), el primer contacto con los peces nos arrancó un ataque de risa liberador. Celebramos el poco daño recibido con una copiosa cena a base de pescado, calamares y carabineros en el restaurante donde cenamos el día anterior y nos fuimos al hostel, cansados de la tralla. La llave de la vallada puerta no giraba, salté con cuidado para no ensartarme en los pinchos, Inu diciendo bájate Luki… Una vez dentro, nos descalzamos como cada día antes de subir a la habitación.

Casi dejamos sin colmillos al tigre, pensábamos
que era de madera y en verdad era de corcho.
DÍA 3: KANCHANABURI: Google lo sabe todo y me contó que los autobuses a Kanchanaburi (170km) salían cada media hora desde la estación sur de autobuses, a 12km del hostel. Uno de los puntos que más esperábamos del viaje era visitar el polémico Templo de los Tigres, a 70km de Kanchanaburi. Llegó el momento. Desayunamos de nuevo en el White Conne, una exaltación para el paladar nada más empezar el día. Calor húmedo con y sin sol. Ensalada de frutas y a negociar precios con taxistas y tuktukeros… *¿Con qué agencia vais al templo? –Vamos por libre. De 350 bajamos a 150 BTH y nos subimos al taxi, el conductor hablaba en tailandés y yo le contestaba en español, el tai medio no domina el idioma extranjero y cualquier aproximación entre palabras en inglés o español a su idioma es mera coincidencia. El hombre estaba animado hasta el punto de locura, comenzó a gritar: ¡Mi, Kanchanaburi, 3000 BTH ida y vuelta! Y se reía poseído cabeceando a la par que repetía su frase… Pero qué dice este tío de las risas pasamos al ¡tú loco, a la estación de buses eh! *Kanchanaburiiiiii! Qué colgao estaba el hombre desde bien temprano. Al final nos dejó en la estación. Cada destino tenía un mostrador propio. El nuestro era el 77 y por tan sólo 60 bahts nos plantamos en la pintoresca estación de Kancha en una moderna furgo, ¿y ahora? Nadie hablaba inglés, impotencia. Se suponía que hasta la hora no salía el nuevo bus pero del tirón nos vimos compartiendo la caja del destartalado camión con una pareja, una alegre señora y un hombre dormido encima de una televisión antigua. Sin saber si íbamos en la dirección correcta, por gestos creímos entendernos con la señora… Se bajaron todos antes que nosotros, el camionero detuvo el vehículo en el arcén opuesto al de una gran puerta de tigre. Caminando con calorazo, sudando, nos pasaron 4 furgos turísticas haciendo caso omiso a nuestro pulgar levantado. Un chaval cociéndose bajo la chaqueta militar permanecía sentado en su moto mirando pastar a las vacas… ¿Temple? Subid. ¡Gracias man!





Me lo esperaba diferente. Pensaba que era un monasterio budista en el que los monjes se hacían cargo de tigres huérfanos y que los iba a ver andando por las baldosas de un gran templo. En realidad se trata de una reserva natural con ciervos, jabalíes, búfalos, pavos reales y preciosos tigres. Polémica atracción turística cuya entrada cuesta 600 BHT, se escuchan oscuras historias sobre el verdadero destino de los tigres adoptados por los monjes. Me encantó el trato que les daban y quedé impactado con la belleza del animal. Están acostumbrados al hombre siendo los más peligrosos los cachorros, aun puramente salvajes. También entendí la frase hecha “hueles a tigre”. Rugidos, peleas, potentes patas, espectaculares juegos entre ellos. Inolvidable estar tan cerca de sus garras. Recorrimos toda la reserva y nos detuvimos entre los búfalos. Despacio hasta que se acostumbraron a mi presencia, me centré con uno de ellos acariciándole la cabeza. ¿Me dejas subirme? Le susurré al animal. Escuché a Inu diciendo: No hay huevos. Le miré y ya sabíamos que había retillo allí. Cogí la silla que cuando entramos estaba ocupada por uno de los monjes vestido de azafrán y la coloqué al lado del bicho, a modo de escalera. Inu se partía de risa cámara en mano esperando a que el búfalo echase a correr dejándome en el camino… Pero sólo dio unos pasos conmigo en sus lomos cuando salté. Estuvo gracioso. Taxi, furgoneta, camión y motocicleta para llegar al templo de los tigres ahorrándonos un dinero que hubiera ido a parar a las arcas de una agencia de viajes. Lo bueno: viajar como los locales y disponer de tu propio tiempo, sin prisas organizadas. Lo malo: la incomodidad en comparación con que te lleven de la mano.

Budist Tiger Temple, Kanchanaburi.

A la salida, un gran baúl con hielos proveía a todos de agua gratuita, bueno a todos los que nos enteramos de aquello, porque a escasos cinco metros la cola de turistas que compraba botellines de agua no era pequeña. Qué internacional es observar cómo se acerca la gente en cuanto escucha la palabra gratis… Volvimos a la estación de buses en la caja de otro camión, pagando 80 BHT en vez de los 130 que había pagado el resto, absorbiendo poco a poco el timo que recibimos ayer.  Flipados comentando las peleas vividas entre los tigres, nos refrescamos con un riquísimo batido de galletas oreo, té y leche antes de volver a coger otro mini bus de vuelta a Bangkok. Se me hicieron largas las dos horas y media de viaje, mal durmiendo con las lentillas pegadas a los ojos secos, de nuevo únicos no asiáticos en los asientos de la van. Debido a que casi nadie habla inglés, tienes que hacer un sobreesfuerzo constante si quieres profundizar en la cultura del país. Una vez en el hostel, larga ducha fría, relax y a cenar a nuestro restaurante esquinero por tercer día consecutivo. Oye te pago más y me lo haces más grande. Hecho ¿Una Chang? Hoy mejor agua. Petados íbamos cuando nos encontramos a Marta, la catalana que conocimos la primera noche.

*¡Hola chicos! Qué, ¿estáis disfrutando de Bangkok?

– Sinceramente, SÍ.

No hay comentarios:

Publicar un comentario