SEAWS XXVIII
South East Asia Wild Spirit
Ya lo ves qué fácil es//el truco es sonreír//aunque todo vaya mal,//las cosas cambian al final.//Cada mañana al despertar//simplemente hay que decir//que divertido es ser feliz.
Son, 80 días son, 80 nada más... Mocedades
Echando de menos ese relax |
Mi cabeza, recostada contra la ventana del
autobús, vibra en sintonía con la vertiginosa-concentrada conducción del
piloto, reposabrazos clavado en el dorsal, mezcla de sonidos interpretada como
mal necesario para llegar a destino, pues seguimos de camino. El claxon del
autobús advierte continuamente al resto de usuarios de la vía que algo grande
pasa o adelanta y no va a desviarse o detenerse. Música de karaoke balinesa,
Gamelan, a un volumen que funde la conversación de los dos veteranos japoneses
que tengo detrás. Al menos dos asientos para Inu y otros dos para mí en este
trayecto-gymkana que pone a prueba nuestra capacidad de confianza al pueblo
indonesio. La última noche en Gili, a las 4.15 am ambos dormíamos, después de
cervecear y bailotear con los conocidos y desconocidos de estos días: Ahí
estaba Brad, el cowboy de nevada, 24 años: ¡Colega! No has venido a mi
concierto, he vendido dos copias del disco, ha estado bien. El chaval tiene
alma viajera, educación, magnetismo y transparencia, aparte de ese punto de
locura que le hace disfrutar de los detalles. En medio de la pista y con un
sombrero cónico de recolector de arroz, que no había comprado, se movía Ben,
canadiense de físico similar al del futbolista sueco Zlatan Ibrahimovic,
encantado con su futura ascensión al monte Kinabalu (4.095 m), en Borneo,
Malasia. Le conocí en la hoguera nocturna que montamos la noche anterior. Ceci
y Pau, las argentinas, bailaban house a ritmo de tango. *Mira Luky la chica que
te pasa por la izquierda, es la mejor del garito. Morenaza. A los diez minutos
conversaba con Inu y a los veinte se besaba con él. Mucho bailón, sudor a
chorro y mandíbulas desencajadas. Un local fuerte aunque más bajo que yo, sin
camiseta, alteró el buen rollo cuando me palmeó el pecho y me soltó un
derechazo en el estómago sin venir a cuento. Le separé de mí sin dolor, con
miedo a que me calentasen los nativos. El de seguridad se lo llevó fuera, iba
descontrolado el bastardo. Inu encendido
porque antes que a mí a él también le había pegado en la boca del estómbago el
mismo figura. Si se respetase el uno contra uno me pegaba con él. A las 4 am
volvíamos al Losmen, sobrios, empapados por la incesante lluvia: *Bueno nen,
mañana empezamos la etapa movimiento del trip. Más o menos sabía lo que nos
esperaba en Bali y en Trawangan porque estuve hace tiempo, a partir de ahora
todo lo que está por venir es desconocido para ambos, en 20 días, si todo va
bien, tocaremos seis islas de Indo, cinco barcos, dos aviones, Bangkok y
Camboya, promete ser espectacular por lo que tenemos que estar a nuestro máximo
nivel. Denso olor a ambientador, ocho pinos aromáticos cuelgan del techo del
bus.
A las 7 am sonaba la alarma, 45 minutos después
teníamos que estar en la “agencia de viajes”, a las 8 am zarpaba el barquito de
Gili a Pemenang, en Lombok. Antes de rehacer la mochila Ina ha ido a pedir el
desayuno, que pese a consistir en dos huevos cocidos, una tostada y té con
leche condensada tarda como si fuera un bizcocho. ¿Calma gilenesa? Y parra del
cocinero. Bueno María bella, a seguir bien, gracias por tu trato, nos vemos en
unos años. Tarde, a la española, llegamos a la agencia. Cerrada. *Oye, ¿Andy?,
le he preguntado al chaval que vende zumos de fruta natural enfrente. –En casa.
*Llámale por favor, nuestro barco deja la isla en breve y necesitamos el
billete, que lo tiene él. Tres minutos después llegó en bici un indonesio al
que no habíamos visto nunca. Apurado. *Vamos, seguidme. El billete que nos ha
de servir hasta Flores, a 26 horas de viaje, es un papel escrito a mano,
sellado. El cayuco preparado para partir, ya sin amarras cuando nos
incorporamos al crew.
Inspirador paisaje hasta llegar a Lombok dejando
Gili Meno y Gili Air a babor, proa apuntando a las capas montañosas que se
intuían tras la intensa niebla, magnífico el volcán Rinjani como telón de
fondo. Los cuarenta caballos del motor cortando las aquel día tranquilas aguas
que cicatrizaban a nuestro paso sin dejar estela.
Llegamos al punto de difusión: nuestro bues
salía en tres horas, la pareja alemana y las dos japos se fueron en su bus
hacia Kuta Lombok, en el sur. *Españoles, ¿queréis ver una pelea de gallos? –Por
supuesto.
PELEA DE GALLOS: Callejeando con la furgo llegamos a una calle muy auténtica. El inglés no es idioma conocido y recibimos miradas curiosas, desacostumbradas al hombre blanco. Entramos en un recinto cerrado con una caña de bambú atravesada. El complejo donde se organizan las peleas de gallos. Únicos no nativos, ojos severos clavados en nosotros se suavizan y sonríen al saludarles confiados. Qué locura. El perímetro del campo de batalla abarrotado de gente subida a bancos corridos o taburetes, en silencio, expectantes. En el interior, los grandes apostantes gozan de privilegiada posición y visión. Dos gallos frente a frente sujetos cada uno por un adiestrador de expertas manos. En su pata izquierda, la afilada hoja de una navaja adherida al animal, convirtiendo cada patada en una estocada mortal. Los levantan a una mano para presentarlos al público. Les colocan a un metro de distancia, aun sujetos y les enervan agitándoles el cuello, los gallos se calientan, se retan y adoptan posición de pelea bajando su centro de gravedad. De repente, el público enloquece a gritos levantando las manos. Los apostantes de dentro cierran apuestas con los que están fueras, así funciona. Al minuto, empieza el combate. Gallos descrestados, encendidos, locos. A la derecha un ejemplar blanco de tremenda envergadura. Apostamos 100.000 IDR por él. Todos nos miran. Fue la pelea más corta a la que asistimos. A los quince segundos yacía muerto, desangrado en la arena. El gallo negro desgarró su ingle de una certera patada. Para designarlo ganador, levantan al gallo negro del suelo y lo vuelven a posar al sonar la campana, se mantiene de pie a duras penas, tambaleándose, herido, aguanta los cinco segundos de rigor y, al escuchar la campana de campeón, se desploma cayendo de pico, muerto. Ganador. Joder qué inicio. Diez horas al día, siete días a la semana, cambiando cada dos/tres horas de escenario, unas trescientas peleas diarias y grandes cantidades de dinero apostado. Detrás del “coliseo”, enfrentan a los gallos y cuando se pican dos, los llevan dentro. De un estuche sacan dos afilados espolones, cordel y esparadrapo, se lo colocan al gallo y se repite el proceso. Picos enfrentados, agite de cuello, griterío apostador y pelea. Sólo los hombres pueden presenciar y apostar en las peleas. La media está en un minuto de pelea. Los gallos, ajenos al espectáculo, encorajinados con arak (destilación alcohólica de indonesia), instinto de supervivencia y dominación, pelean por su vida. Si no se los comiesen después de la pelea condenaría esta práctica, pero no deja de ser una forma de morir. Valiente y excitante. Los retiran de la pista, les cortan las patas, los pelan y los venden. Impactante.
Qué trayecto feo. Bus, ferry con tormenta y otras ocho horas de bus hasta Bima, a las 5 am nos bajaron para cambiarnos a un antiguo micro bus, por fuera y por dentro. 8 turistas, 2 gallos y una madre con su crío berreando. Violentos volantazos, pero vamos a ver Dragones en Komodo. Eso creíamos cuando descendimos en el puerto de Sape, al este de Sumbawa. Pueblo pesquero devastado al extremo con hedor a pescado seco. No hay Ferry, dijo un local nada más vernos. Ya ya, esa es la típica triquiñuela para que me fletes un barco privado y me claves por ello. No mentía. Monstruosas olas en el mar de Flores, el ferry llevaba cinco días sin salir. Dani, cabrón, esto lo sabías. Calma, nos quedamos esta noche y vemos cuando sale el próximo ferry. El Losmen Mutiara, a la salida del puerto, sólo disponía de habitaciones a 20€, el resto ocupadas por los turistas que llegan engañados a diario, entre 5 y 15, confiados en que el mar se calme y su barco zarpe pronto. ¿Otro hotel? A 1km. Pues vamos. Es el lugar más destruido en el que estado. Niños, desdentados, cabras y patos. Ni perros ni gatos. Olor putrefacto.
Regateando conseguimos habitación por 75.000
IDR, dos colchones duros como sacos de arroz, ventilador y baño. De wc un
agujero, costumbre musulmana. De ducha el mismo cubo que se usa como tirador de
cadena. El asco lo han puesto las camufladas cucarachas que corrían por las
mochilas, cortesía del maletero del bus, no de la habitación. Al lado del
Losmen un garaje con cinco ordenadores. Internet.
A ver cómo salimos de aquí. ¿Omitimos Flores y
Sulawesi? ¿Volamos directos a Makasar, en Sula? Dudo mucho que el Ferry entre
Flores y Sula esté operativo. Qué mal hombre el de la agencia, sabía todo. Por
eso nos dio 50.000 IDR para el ferry (aunque ese es el precio por persona) y
dejó el billete abierto en el pasaje de ferry que le compramos por sólo 15€.
Barato sobre el papel, timo absoluto al no haber siquiera servicio de ruta. ¿Qué
cojones hacemos? Barajamos tantas opciones que no voy a reproducir aquí porque
sería pesado. Volviendo al puerto nos cruzamos con el autobús lleno de
turistas, se iban. ¿A dónde? Mediante gestos, el recepcionista de su hotel nos
dijo que se fueron a Bima para coger un vuelo a Flores. Caro. Nos enteramos de
que el próximo ferry sería como pronto el 2 de marzo. Colega, nos volvemos a
Bali. Por lo menos a Lombok, el cabrón nos va a devolver el dinero del ferry.
Sin tiempo para recuperarnos de 24 horas de incómodo viaje, decidimos deshacer
el camino de la misma forma. Por las tres horas que estuvimos en el hotel y
pese al enfado de los dueños, pagamos 1,5€. Un grupo de niños jugaba al
futvoley y me uní. Inu se subió a una moto de un chaval que se paró a hacer una
foto con él y se fue a la estación de bus. *Allí te espero. La hija de los
dueños del hotel me vino a reclamar más dinero. Fui y me calenté educadamente. Le
di otro euro, que no contentó a nadie y me fui entre sus gritos y los míos.
Paré a un motorista y me llevó a la parada. Si ese mismo trayecto hubiera sido
en la dirección deseada me lo hubiera tomado mejor. Peleando todos los precios,
irascibles. Inu harto de las tarifas que dan a los turistas. En Bima estuvimos
4 horas esperando la salida de nuestro bus. ¿Nos llevas a internet? Pedían
50.000 IDR e Inu lo sacó por 5.000.
El niño que nos llevó en el carruaje esperó
dos horas en la puerta para devolvernos a la estación y le di 25.000 IDR. Cuando
pensaba que el viaje ya estaba siendo jodido por la imposibilidad de dormir y
los volantazos, petó el pestillo de la puerta del baño, que golpeaba
continuamente y dejaba salir un olor vomitivo. Estuve quince minutos de pie
sujetando la puta puerta y me di por vencido.
Cuando las cosas no salen como planeas y aun así tu interior sonríe aunque tu exterior lo sufra, estás en el camino.
Ina, estate tranquilo cuando lleguemos, no
vamos a sacar nada de malas. *Sí, sí, pero como se ponga tonto se lía, habla tú
de primeras.
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56 horas de viaje para acabar llegando a Bali |
Miré al taxista: oye, Dani viene en hora y media, me debe dinero. Ahora mismo sólo te
puedo dar 25.000 IDR (2€). Claro que tenía dinero en la mochila, el hombre pagó
parte del enfado y se marchó de allí cabizbajo. Volvió con la sudadera de Inu,
olvidada en el asiento de atrás de su taxi, la dejó en la silla y rendido,
dando pena, desapareció en el ecléctico tráfico. Dejamos las mochilas detrás de
mostrador y buscamos un local de internet. Cerrado. Desayunamos en la oficina
de Dani hablando con la mujer, dulce ella. A las dos horas llegó, sonrisa de
viejo amigo, ausencia total de sentimiento de culpabilidad. Nos devolvió el
dinero del ferry de Flores a Sulawesi y le compramos a tercio de precio el
billete a Kuta, en Bali. Se fue, y el desayuno corrió de su cuenta, pese a la
resignación de la mujer, a la que se le iluminó la cara de felicidad cuando la
dije. No te vamos a pagar, habla con Dani, tienes un bonito alma, lo siento.
La noche de la llegada dormí cual bebé en su cunita, profundo descanso en la nada sin sueños, a las 9 am me despertó Inu seguido del hombre de la limpieza, un balinés rapado y orondo con pinta de majo. *¿Habéis dormido aquí? –Sí, en realidad yo sigo durmiendo, ¿por? Escrudiñó los brazos de Inu. * ¿No os ha picado nada? Veréis, esta habitación ha estado ocupada por unos chicos que vinieron de Sumatra y trajeron “bedbugs” (chinches) con ellos… Salté de la cama. Joder. Recuerdo los brazos de más de uno en Australia, en el hostel y en el Beachcomber, después de ser mordidos por las putas bedbugs. Orondi nos enseñó un par de ejemplares muertos, orgulloso estaba el hombre por la eficacia de su método de aniquilación. Total, que mientras desayunábamos nos cambió las dos camas por una de matrimonio. ¿Nos cambiamos de room? Va, por una noche da igual. ´
Los dos últimos días hemos reorganizado el
trip. Inu ya tiene nueva fecha de vuelta, 4 de abril. Haciendo bueno el refrán
de lo barato sale caro, ha tenido que pagar 325€ a Turkish Airlines por el
cambio de billete. Bien, entonces, ¿cómo lo hacemos? Tenemos comprado billete para
el 10 de marzo Surabaya-Singapur y para el 11 Singapur-Bangkok. Tras un
delicado análisis de la situación, cuadrando fechas e intereses, decidimos
sacrificar ese billete y adquirir uno nuevo para el 4 de marzo. 65€ por un vuelo
directo, 4 horas, de Surabaya a Bangkok… Lo compramos y me llega el correo de
confirmación: Gracias por adquirir su vuelo con AirAsia para el día 4 de abril
de 2013. No. NO. Menudo idiota estoy hecho, ¡pero si era el 4 de marzo! Llamé a
la compañía. El coste del cambio es el mismo precio que el billete ya pagado. *No
voy a correr con los gastos de cancelación por un problema informático de su
página web, he comprado el billete para el día 4 de marzo y no entiendo el
porqué del 4 de abril. No ha colado. Esta mañana nos hemos acercado al
mostrador de AirAsia en el aeropuerto de Ngurah Rai y el manager balinés de
humor inglés se ha mantenido firme en su negativa: hemos comprobado dos veces
la transacción y no se trata de un error nuestro, sino suyo. Pues nada, cámbiame
el billete buen hombre. Empate a uno con Inu en grandes cagadas. Ebook vs Vuelo.
Por tanto, nos quedan cuatro días en Bali para de
seguido dar el salto a Thailand, las ganas que tenemos nos las puedo expresar
adecuadamente con palabras. Agotaremos el mes de visado que nos darán a la
llegada entre capital e islas (triste acuerdo del Ministerio de Asuntos Exteriores,
ya podrían renegociar entre países para obtener una visa de tres meses) y, con
la vuelta de Inu a España, continuaré el viaje en solitario. La parte cómoda de
mi mente, pequeña y persuasiva, me pedía una vuelta a la conocida Bali, sin
embargo, la atracción que siento por la desconocida Sri Lanka me ha hecho
aplicar vía internet al visado de ese país, concedido hasta el 25 de agosto.