SEAWS IV
"Cuatro días
trabajados en la Farm. Sabíamos que los calabacines no saltaban del huerto a la
sección de vegetales, pero no conocíamos el proceso. Ahora, sí. Todo sea por la
motivación subyacente a esta paliza diaria, por disfrutar en Asia lo sufrido en
Australia. WS."
En 1984, la
familia de los Surmukh Singh, estirpe procedente de Jamnagar (India), decidió,
tras perder el padre su trabajo en el taller mecánico en el que trabajaba,
emigrar al sur de Australia con la esperanza de iniciar una nueva vida. Con
ayuda de un préstamo paterno, Denny y su mujer arrendaron unas tierras que
posteriormente compraron y, a día de hoy, se han montado en ellas un próspero
negocio familiar que permite vivir mejor que dignamente a todos los miembros de
su clan. Y es ahí, en sus cultivos, donde echamos las horas que fatigan
nuestros cuerpos y alientan nuestros deseos. Lo del primer día fue una prueba
de resistencia brutal y disuasoria.
Cada día a las 6.20 am un claxonazo proveniente
del desguazado coche del Boss indica el inicio de una nueva jornada, salimos de la casa
que nos comemos el mundo y en 7 minutos llegamos al campo de trabajo. Nos
clavamos los guantes de látex y al lío. El denominador común que abre el telón
de la actuación diaria es la recogida del calabacín. Un tractor marca el ritmo
en cada una de las vueltas, que cubre 8 de las 80 hileras de 200m que componen
el cultivo del tema. Joder que mal lo pasamos el primer día con vaqueros y 35
grados en la cara. A partir de ahí chándal, botas impermeables hasta media
espinilla y manga larga. A lo que iba, de primeras estaba (vale para los 2)
perdidísimo con el asunto calabacín. Un indio que tras 25 años en Australia
tiene el mismo inglés que mi latín nos explicó en 15 segundos como se hacía el
tema. *You see, ooooh good one, twist and pick. That´s it. Gracias tío. Cada 30 cm una planta,
y casi cada una de ellas con 2 o 3 hortalizas listas para recoger. Difíciles de
ver por las amplias hojas picantonas que las cubren. El tractor a velocidad
suficiente para que no dejes de caminar.

Miras, localizas, castigas lumbar o isquiotibial,
lo coges, giras y con suerte ya es tuyo. Sin suerte lo petas y no sirve. Y te
miran mal. 4 hileras para tres personas. Los tienes, los dejas en la cinta
transportadora del tractor que los dirige a un barreño enorme lleno de agua.
Dos hileras partiéndote el lomo y paras a descargar el barreño a base de llenar
y cargar cajas de corcho de 20 kg cada una, depositando los zucchini con
cuidado ya que tienes una barba de más de 1 año de crecimiento escrutando tus
movimientos. 3 horas despúes, 15 minutos de break. Trabajamos el jefe, su
mujer, sus dos hijas, su hijo, que es el único nacido en Australia y nosotros.
En los escasos parones, ellas nos ofrecen té indio, galletas y albaricoques,
hospitalarios desde sus ancestros. Empezaron con ciertas reservas hacia
nosotros que a día de hoy hemos entendido. Dicen que 1 de cada 4 personas que
se unen a ellos para trabajar abandona a los dos días. Tras el descanso la
actividad a desarrollar no está clara, pero siempre hay algo laborioso que
hacer. Recoger y seleccionar habas, rastrillar las malas hierbas de las hileras
donde crecen los puerros que dentro de poco recogeremos, cortar y empaquetar el
producto.

De momento estamos echando una media de 11 horas en el campo, 9 de
ellas trabajadas y sudadas, pagadas. Y así vamos a seguir, si el cuerpo
respeta, hasta conseguir descontar todos los gastos acometidos en llegar aquí,
y un poquito más. Pretendemos poner de nuestro bolsillo lo mínimo posible en
los previstos 4 meses conociendo las maravillas del sureste asiático. Hoy
hacemos una semana de viaje y la idea se va plasmando, aunque no contábamos con
semejante dureza minuto a minuto. ¿Duro? Duros nosotros, sólo los diamantes
cortan diamantes.
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5 horas después, qué cara quieres... |
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Son las 11.30... |

En breve
vendrán más europeos a su “working holiday” y los primeros se alojarán en la
casa que habitamos, el resto en tiendas de campaña por los alrededores. Qué
rico llegar a casa, ducha, cenita y peli. Inu marca en la pared los días que
llevamos. La ducha helada después de trabajar repone como el mejor de los spas.
Cuando estoy en faena dejo de ser Lucas para ser una tarea que tiene que ser
realizada. Comemos sano, trabajamos sano y el cuerpo lo agradece a su manera, desintoxicado. “Nunca
he sentido un chute de energía tan fuerte como el de tomar algo al venir destrozado y volver al trabajo como nuevo, en casa comes por inercia, aquí lo necesitas y lo notas” (Inu dixit). La parte sucia de mi mente piensa en lo bien que
se lo pasan las chicas indias recogiendo calabacines. El dolor físico mantenido
expande la resistencia de tus límites. La sensación de una ola en agua caliente. Cara desencajada y recibo un: qué buenas están las habas con jamón eh? Ya ves, y sin habas. Puto Inu lo que nos reímos. El ipod a veces consigue que nos
evadamos de la gota de sudor que resbala por cara y nariz. Estar inmerso en
terco dolor, mirar al otro, apretar los dientes y seguir con la promesa de lo
que vendrá.
Más dura la batalla, más dulce la victoria.
Buenas noches desde Shepparton, esta es otra cara de la luna.
Seguid asi pareja!!demostrar de q pasta estamos hechos los spaniards!!NO PAIN NO GAIN!!
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