SEAWS XX
South East Asia Wild Spirit
Grupos de amigos, moteros, parejas y familias. Es el crowd de la GOR. En nuestro caso no se trataba de un viaje para ir acompañado debido a la idea, compartida, que llevábamos: disfrutar lo máximo con el mínimo gasto. Y eso no lo quiere todo el mundo. Además, sabiendo lo que viene no es que no me importe (a Inu tampoco, él ya hizo algo parecido hace un año en la costa este de Australia en su viaje con Nabil), es que lo prefiero.
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Detalle by Inu |
Así que recorrimos por la imponente costa sur
aussie los 550 km que nos separaban de Port Fairy, en 6 horas de resaca
dulcificada con mangos, nectarinas y plátanos, para desde allí comenzar los 3
días de retorno a Melbourne, visitando los spots que ofrecían inspiradoras e
impactantes vistas o autóctona vida salvaje. Pese a estar turistizado no está
masificado y se agradece la sensación de descubrimiento que la ausencia de
gente implica. Después de una vuelta por los lagos de Griffiths Island, ya de
noche, buscamos un lugar para dormir. La experiencia de Inu nos llevó a un
camping de Warrnambool, a 30 km de PF. Barrera bajada, dejamos el coche
enfrente y nos metimos entre caravanas y tiendas de campaña hasta llegar a la
vacía sala común-cocina. Federer remontaba con clase a Raonic en la estándar
pantalla que colgaba del techo. Inu reconocía el terreno mientras yo escribía.
Vino el guarda de seguridad: Qué tal man, cuando vayas a dormir apaga la TV.
Ok, no worries. Luky, las duchas están cerradas, pero en la nevera hay cositas,
dijo Ina mientras dejaba en la mesa unos sándwiches de jamón york con ensalada.
¡Yepa! A la 1 am movimos nuestra casa hasta el parking de la playa, reclinada
de asiento y a sobar con frío, cambiando cada poco de postura. Dentro del saco
de dormir la postura seguía sin ser comodísima, pero por lo menos no era encogida.
Lo bonito del coche es que quieras o no a las 7 am estás bajo el efecto lupa
del sol atravesando la luna delantera y todas las ventanas y pese a arrugar las
cejas y torcer el gesto, sabes que tienes un sensacional día por delante.
Carrera playera, larga ducha en las instalaciones de la playa, 1 paquete de pan
de molde, 300 gramos de jamón, adictivas galletas de chocolate evocadoras de la
farm experience y a recorrer una reserva natural antiguo asentamiento de los
aborígenes australianos, situada entre cráteres volcánicos inactivos en la
actualidad:
Tower Hill
Con suerte veíamos canguros y koalas, aunque a los
primeros sólo los vimos en los carteles. Los apáticos koalas dormían
encaramados en ramas a 20 metros de altura, perezosos. Dejando atrás la reserva
vi a un koala despierto, en una rama baja. Animal simpático con unas garras que
aumentaban mientras intercambiábamos miradas, no me atreví a tocarle. De ahí
seguimos camino hasta llegar a Port Campbell, la joya de la corona de la Great
Ocean Road. Casa de los doce apóstoles, formaciones rocosas de 45 metros de
altura, que emergen del mar dibujando una tremenda postal en el horizonte.
Antes de llegar, flipamos muy cerca del acantilado en Loch & Gorge. Lo
tienen bien montado los turoperadores que ofrecen paseos en helicóptero por la
zona. ¡Vamos a la playa que me quiero dar un baño! Dijo Inu, motivadísimo con
las vistas.
Loch & Gorge
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Thunder Cave
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Bajamos por los verticales “Gibbon Steps” para sentirnos pequeños ante la magnificencia del paisaje. Revitalizante agua fresca agitada en la orilla, olas que rompían y nos rompían contra la arena. Estábamos en un recodo frente a 2 de los apóstoles y un grupillo de cuatro chavales le pidió a Inu hacerles una foto. En inglés europeo. Uno de los ellos me sonaba de St. Kilda y también de España. Ey, ¿de dónde sois? Pregunté. *Nosotros dos españoles, de Madrid, yo soy italiano. Yo francés. Estáis en St. Kilda ¿no? *Sí. Me suenas de España colega. *Si o qué, a ver vamos a sacar cosas en común.
Habíamos estudiado los dos en la UCM, conocidos
en común. Allí estábamos hablando, en corro en una desierta playa del sur de
Australia, cuatro licenciados españoles; 3 en derecho y uno en ingeniería
industrial. Agradecimos la carencia de oportunidades en España por el impulso
desarrollador de otras experiencias, como esta. Nos recomendaron una reserva
natural cercana a Apollo Bay, donde habían visto más de cien canguros agrupados
y árboles repletos de koalas. ¡Mañana estamos allí! Quedamos para darnos una
fiesta en SK y les dejamos jugando al “frisbee”.
Compartimos atardecer con un
holandés añejo, centrado y feliz, hacía tres semanas que se había prejubilado y
ahora se dedicaba a viajar con su mujer. El destello de sus ojos denotaba un
camino recorrido acorde al que, muchos años atrás, quiso emprender.
Y desde
allí continuamos utilizando el mundo como casa, llegando a las 9.30 pm al “Camp
site Shark Apollo Bay”. Dejamos el coche en una parcela desocupada entre dos
caravanas. Y de regalo, ducha potente de agua caliente. Gustazo que estiramos
durante más de media hora. Nos instalamos en el suelo del baño para
parapléjicos, espacioso, con el Pc cargando en el enchufe del secador de manos.
No sé si era algo común o los australianos pasan de todo, pero la gente
saludaba con normalidad. Nueva noche de coche, esta vez dentro del camping, Inu
salió de ruedas a las 8.10 am para evitar pagar y pasar verguenza (a las 8 am abría el camp) y las toallas
se quedaron en el baño.
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Llamas en vez de kanguros |
Desayunamos en una explanada al lado de la playa,
cómodos como en el jardín de casa, utilizando la mesa y bancos habilitados para
ello. Corrimos descalzos 50 minutos por la orilla, cada zancada liberadora,
respirando salado. ¿Veremos canguros? Volvimos al camping como si fuéramos
clientes. Ducha, recuperamos las toallas y pregunté por el lugar cuyo nombre no
conocíamos pero estaba repleto de vida salvaje. Parecía ser el Great Otway
National Park (GONP). Compramos el menú del día, más de lo mismo: bimbo, jamón
y fruta. Una hora en el banco para transferir los fondos de la cuenta
australiana a la nuestra española. Pero no lo hicimos porque aparte de los 30$
por el servicio, con el cambio de divisas (de AU$ a €) perdíamos 260€ por la
cara. Y qué va. Una joven australiana tatuada en ambos brazos y cara de
guerrera sustituyó a las dos señoras que no se enteraban cuando les pedíamos opciones.
Podéis hacer 3 cosas: sacar todo el dinero e ir con cash en la mochila,
transferirlo a vuestra cuenta con el cambio que ofrecemos o bien haceros
tarjeta de débito, que cuesta 15$, se expide en el momento y tiene una comisión
por retirar dinero de un ATM fuera de Australia de 3.50 AU$ por operación,
independientemente de la cuantía de la misma. Ok. Gracias por la info.
De camino al GONP recogimos a un autostopista.
Sander, estonio, 21 años, gorro de pitufo en la cabeza, venía haciendo dedo
desde Melbourne, su casa más precaria y natural que la nuestra: sólo saco de
dormir. Iba a Warracknabeal a trabajar a una granja ya que se le hacía
imposible ahorrar en la city. Todos los ciudadanos de países europeos, a
excepción de españoles y suizos, pueden obtener la visa de trabajo australiana.
¡Viva España! Con Sander recorrimos el rain forest desembocando en Cape Otway.
Poco koala y ningún kanguro, me quedé con las ganas. Le acercamos al chaval 30
km en dirección opuesta a la que íbamos. Suerte, alma fuerte.
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Bells |
120 kilómetros
después, encogido el corazón tras ver rota la cadena del grupo de
moteros por accidente de uno de ellos al empotrarse con un monovolumen familiar
cuya conductora lloraba shockeada abrazada por marido e hijos, llegamos a la
célebre ola de Bells Beach. El offshore no permitía una formación ordenada y la
high tide impedía que abriese bien. Pero la magia del lugar se impregnaba en
nuestra piel tanto cómo el aguijón de los tábanos, bombarderos de gemelos.
Descansamos hasta el atardecer, cuando llamé al Beachcomber para ver si
trabajábamos al día siguiente. A las 4 pm. Perfecto, gracias Mike.
Dormimos en una gasolinera a 60 km de Melbourne
tras clavarnos 3 litros de la cerveza más barata de la liquor store y al
despertar nos comimos el internacional atasco mañanero de acceso a una gran
ciudad. Sin perdernos llegamos a Alpha Car Hire, dejamos el coche, tranvía
gratuito hasta el hostal. Mauro se mudó a nuestra habitación y su primo, Guido,
también. Comimos los 4 pasta con atún en la cocina del Barkly y a las 12.30
estábamos en el tranvía de nuevo, el corazón golpeando fuerte ya que había
llegado el día que hacía tiempo esperábamos. Sumergirnos en el acuario de
Melbourne para estar cara a cara con tiburones y otras especies marinas…
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